Turner (Joseph Mallord William, 1775-1851) inquietó a todos aquellos que le conocían por su falta de conformismo, con la idea aceptada de gran artista. Continúo siendo un fiel representante de su origen ingles (un Cockney), impenitente, no muy escrupuloso con la higiene ni con la correcta pronunciación, pero si apasionadamente dedicado a las cosas que le importaban. Desde el principio se reconoció su grandeza siendo su carrera una fuente permanente de reacciones desconcertantes pero positivas a lo largo de su vida. Aunque su costumbre de verter y empapar pintura sus lienzos fuese más allá de lo comprensible, tenían el sello indiscutible de la genialidad.
Se asocia a Turner con el color, pero sus obras iniciales son oscuras ya que en ese momento le preocupaba la realidad de la escena y, además, su drama inherente. A mediados de su carrera empezó a sentir fascinación por la luz. El lugar nunca pierde su utilidad, pero es como punto de luz, una especie de preciado recipiente, por lo que importa.
Se hizo amigo de un grupo de acuarelistas ingleses que en esa época desarrollaban principalmente un arte basado en la atmósfera de un lugar, además de su aspecto topográfico. Esta nueva forma artística se denomino “pintoresca”. La primera formación de Turner fue como acuarelista, y llegó un momento en que se percató del especial potencial de la acuarela para la libertad de expresión de sus óleos, creando así un nuevo lenguaje sin precedentes.
"Mortlake Terrace" 1826
“Mortlake Terrace”, no contiene en principio ningún elemento dramático. Representa un atardecer de principios de verano, con el Támesis en su tranquilo fluir, los barcos aventurándose en el río, los altos árboles alienados en el paseo moviéndose ligeramente con la brisa, las sombras caen sobre la hierba corta, unas pocas personas miran un perro que se sube al muro . En realidad no sucede nada y, sin embargo, el drama resulta vibrante como siempre. La luz es la preocupación del artista; todo es un pretexto para su verdadera meta, la representación de esta delicadeza de luz solar. La luz vibra en el aire, transforma las colinas lejanas con su blancura, hace que los árboles resulten translucidos, forma una sombra oscura y en diagonal sobre la monótona hierba, que adquiere por medio de ella una fascinante textura; la luz esconde el mundo y lo revela.
"Tempestad de nieve" 1842
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