En esta segunda entrega dedicada al Expresionismo Abstracto veremos la transformación completa hacia la abstracción y el simbolismo:
Clyfford Still
“1953”
Con Clyfford Still (1904 – 1980) la transformación del paisaje a la abstracción alcanza la cima. A Still no se le agrupa junto con otros artistas de la escuela de Nueva York, esto porque durante gran parte de su carrera se mantuvo al margen del mundo artístico de esa ciudad, aunque vivió y enseño en ella durante los años 50 del siglo XX, el mejor período del expresionismo abstracto.
El artista rechazó en su obra las referencia al mundo real e intentó separar el color de cualquier vínculo o asociación. La mayoría de sus pinturas son una variación sobre el mismo tema. Afirmó que su obra era trascendente y espiritual. En su cuadro “1953” su referencia apunta directamente a ello, la expansión del azul está moteada de negro, dos franjas rojas y unas grandes cuchilladas de color en la parte superior. Pareciese como si las montañas se abrieran para enseñar la luz y oscuridad de su interior, y es este poder para sugerir un significado psíquico su principal sello.
Franz Kline
“Ballantine”, 1948-1960
Si Franz Kline (1910-1962) sugiere en su trabajo la visión de paisajes urbanos, solo es por la sugerencia de las vigas colocadas contra el cielo. Es como si los puntales de un puente o algún andamio sin base lo hubiesen inspirado para ver la pureza de la forma aislada. Su obra se asemeja a la caligrafía oriental, pero a gran escala. La mayoría es en blanco y negro, con las sutiles sombras y manchas características de esta escritura. En una obra como “Ballantine” se aprecia una especie de virtud apasionada que resulta inmediatamente convincente. Es una construcción personal de una forma parecida a un puente pero a la vez tratada con una libertad al estilo oriental que maneja la visión del espectador hacia la interpretación de la forma según su criterio.
Barnett Newman
“Pintura amarilla”. 1949
Barnett Newman (1905 – 1970) fue uno de los pintores más prestigiosos de la Escuela de Nueva York, crítico de arte al inicio, defendió con fuerza el expresionismo abstracto, lo explicó y popularizó las obras de sus artistas en Estados Unidos. Sorprendió a muchos cuando comenzó a pintar, creando enormes lienzos de “campos de color” donde se presenta un bloque sólido de un solo color acentuado por lo que Newman llamó “cremalleras”. “Pintura amarilla”, es un ejemplo perfecto de lo dicho: dos líneas blancas y rectas de un grosor ligeramente distinto atraviesan de arriba a abajo el cuadro por cada lado. Su prístina blancura acentúa la luminosidad del amarillo, color contorneado en algunos puntos por un blanco borroso, lo cual no es visible a primera vista. Es una obra con un poder que cautiva, la fuerza del color, que absorbe pero a la vez amplía los horizontes. Estas obras de Newman son las precursoras de los paneles decorativos de los coloristas y los lienzos reduccionistas del minimalismo.
Robert Motherwell
“Elegía por la República Española Num. 70”. 1961
Motherwell afirmó que “sin conciencia ética un pintor tan sólo es un decorador”. Este comentario cobra sentido dentro del contexto de las series que pintó como respuesta emocional a la Guerra Civil Española de 1936- 1939. Estas obras son una elegía que llora por la muerte autoinflingida de una gran civilización. Grandes festones negros, como los testículos de un toro, cuelgan en el espacio del cuadro y recuerdan que se trata de la tierra de las corridas que acaban con la muerte de este animal. Hay una sombría dignidad y una grandeza emocional en “Elegía por la República Española num. 70” y tal vez a primera vista solo se repare en la gran superficie negra contra la luminosa palidez del fondo; sin embargo, las sombras del fondo son de sutiles grises y azul pálido. El sólido negro cae pesadamente, agrietado por líneas oscuras delgadas y siniestras. Es una elegía.
Phillip Guston
“La mesa del pintor” 1973.
Phillip Guston (1913 – 1980) comenzó como expresionista abstracto, pero se produjo en él un cambio porque sentía aversión por lo que antes le parecía muy bonito, y comenzó una segunda carrera como un pintor figurativo. “La mesa del pintor” pintada hacia el final de su vida, podría describirse como increíblemente autobiográfica: hay un cenicero y un cigarrillo encendido; libros para mantener despierta la mente de un pintor y una caja de pintura manchada en la tapa, sin embargo la caja está cerrada, aprisionada por una de las botas que se convirtieron casi en su marga registrada: la vida es un asunto pesado, y no pasamos milagrosamente por ella. En el centro un ojo maravilloso, requisito esencial para él, el ojo mira a través de la mesa hacia el infinito, tarea del pintor. El clavo además desprende una llamativa línea roja. Juega con misteriosas formas que llaman a la imaginación.
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