"La perfección no es cosa pequeña, pero está hecha de pequeñas cosas." Miguel Ángel

domingo, 25 de julio de 2010

Leonardo Da Vinci: El polifacético hombre del Renacimiento

“El objetivo primordial de un pintor, es hacer que una superficie plana parezca un cuerpo en relieve y que se proyecte desde ese plano”



Jamás ha existido un artista que se ajuste tan bien y sin ninguna salvedad a la descripción de genio. Leonardo provenía de una familia humilde y llego a conseguir reconocimiento universal. Era hijo ilegítimo de un notario de la pequeña ciudad de Vinci, en la Toscana. Fue reconocido por su padre quien pagó su educación, pero es frecuente la interrogante que plantea el extraño tono de autosuficiencia de su mente no se debió a la ambigüedad de estatus de su infancia.


“La última cena” Iglesia de Santa María Delle Grazie.

Hombre polifacético por excelencia, llegó a tener, podría decirse que, demasiadas dotes, entre ellas una gran belleza masculina, una voz espléndida de cantante, un físico magnífico, un gran matemático, atrevido en el ámbito de las ciencias, la lista de su incursión en ella es interminable, tanto que hoy en día algunos de sus diseños son precursores de artefactos y maquinarias existentes. Este “exceso” de talento, hizo que tratase su arte con ligereza, que rara vez acabase y que en alguna ocasión realizase arriesgados experimentos técnicos. Por ejemplo, “La última cena”, que se encuentra en la Iglesia de Santa María Delle Grazie, casi ha desapareció por causa de lo inadecuado de las innovaciones que utilizó para este fresco, hoy restaurado.


“Mona Lisa” 1503.

Entre 1473 y 1518, Leonardo escribió una serie de ensayos que después se recogieron para formar su “Tratado sobre pintura”. Una parte escrita en 1492, se dedica a la perspectiva lineal, igualmente en el demuestra su técnica para transferir una figura a los lados de una bóveda curva, la cual prefiguro lo que más tarde se denominó “trompe l´oeil” (pinturas que “engañan al ojo”)

Las obras que se han salvado, son las más sorprendentemente poéticas que nunca creadas. “ La Mona Lisa” tiene la inocente desventaja de ser demasiado famosa, sólo puede verse a través de un grueso cristal y entre una multitud de personas. Ha sido reproducida en todos los medios imaginables y desatado intensos debates en cuanto a quién es la mujer retratada, si en el fondo es un autorretrato camuflado del mismo Leonardo, se su ambivalencia de género, de si ríe o no, etc. Pero su magia continúa intacta, siempre desafiando la insistencia humana por comprender. Es una obra que solo puede mirarse en silencio.


“Dama con armiño” (Cecila Gallaramani) hacia 1485.

Los tres grandes retratos de mujeres que pintó Leonardo desprenden una nostalgia secreta. Esta cualidad resulta de lo más atrayente en “Cecilia Gallaramani” (Dama con armiño), de lo más enigmática en la “Mona Lisa” y de lo más profundo en "Ginevra de´Benci", este último con una connotada reserva en su identidad. Ginevra de´Benci no tiene nada de la diversión interior de Mona Lisa ni de la elegante sumisión de Cecilia. Esta joven mira al espectador con un maravilloso y luminoso mal humor. Su boca forma una línea implacable de sensible descontento, su cabeza perfecta y orgullosa se yergue sobre la firme columna de su cuerpo y sus ojos parecen estrecharse al soportar al artista y su arte. Sus rizos son infinitamente sutiles, caen en cascada a los lados de su frente (por cierto, la frente de una de las intelectuales más dotas de su época). Los cuales se repiten en la mata de enebro al fondo.


“Ginevra de´Benci” hacia 1474.

Las aguas desoladas, la bruma, los árboles oscuros, los destellos reflejados en el agua inmóvil; todo rodea e ilumina a la modelo. Es completamente sensual, y completamente impermeable al artista. El observa, extasiado con sus perfectas formas, y muestra el fino tul de la parte superior del corpiño y el delicado sombreado del cuello. Lo que realmente es, ella lo oculta; lo que Leonardo revela es precisamente eso, un ensimismamiento que prescinde de las miradas externas.

Cualquier obra de Leonardo es reconocible por su tratamiento del cabello, angelical en su finura, y por la ausencia de rigidez en los contornos. Una forma se desliza imperceptiblemente en otra (técnica conocida como sfumato que significa humo y que se caracteriza por la gradual e imperceptible transición entre áreas de diferentes colores sin utilizar contornos duros) para crear transiciones sutiles de tonos y formas. La cara del ángel en el cuadro conocido como “La Virgen de las rocas” que se encuentra en la National Gallery de Londres, o el rostro de la Virgen en la versión de París del mismo cuadro, contiene una sabiduría interior, una sabiduría artística que no tiene rival.


“La Virgen de las rocas” hacia 1508.

Esta cualidad sin par significa que pocos artistas mostraron la influencia de Leonardo Da Vinci, es como si él estuviese en otro mundo. La sombra de un gran genio es algo peculiar. Bajo la sombra de Rembrandt florecieron pintores cuyas obras se distinguen de las de su maestro. Pero Leonardo era una sombra escalofriante, demasiado profunda, demasiado oscura, demasiado abrumadora.

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