Antes de iniciar propiamente en la presentación del mencionado pintor conviene acotar el término aplicado en el título de esta entrada. Bonnard junto con su colega Edouard Voillard fueron los líderes de un grupo que se conoció como los “Nabies” (en hebreo: los videntes o profetas). En su obra lo decorativo era muy importante, se caracterizaron por sintetizar y simplificar las formas a motivos en gran escala y pureza de colores. Paul Gauguin influenció de manera determinante esta tendencia pictórica así como muchos aspectos del misticismo oriental como vía de expresión de lo espiritual en su obra.
Pierre Bonnard, fue quien más profundamente experimentó la influencia japonesa hasta el punto en que sus amigos le llamaban “el nabí japonés”. Sentía una profunda atracción por la consición gráfica de los grabados japoneses, con su cautivante pureza de línea y color. A medida que su pintura madura, los colores usados fueron más profundos e intensos, con lo que toda la significación de su trabajo se expresaba por medio del color.
"La carta" Hacia 1906
En “La carta” se nota una sencillez japonesa; la joven se halla absorta en su escritura, la inclinación de su cabeza es señal de su concentración, además de ser maravillosamente femenina, con un brillante cabello color castaño, elegante peineta, la pequeña nariz respingona y coqueta y la expresiva curva de su boca. A Bonnard le preocupa más esta mujer como encanto que como personalidad (un enfoque muy japonés). La ha rodeado exquisitamente para su propio deleite, con una silla carmesí, una pared jaspeada, y, en el lado abierto y libre, una caja y un sobre de tonos fascinantes. El verde de la caja es el color más pálido de todo el cuadro, y dirige la mirada del observador hacia el azul profundo de su vestido y su rostro bajo. Bonnard no hace ninguna gran declaración sobre la vida en particular del ser que representa; se limita a mirarla con el placer más delicado y sencillo.
"Desnudo en la bañera" 1925
Al igual que los artistas japoneses, Bonnard se interesó por pintar la vida cotidiana, en congelar la intimidad de una escena personal. En muchas de sus pinturas utiliza a la misma modelo, Marthe, una mujer que transitó por la néurosis y con la que se casó, ella lo separo de sus amistades, aunque por lo repetición como objeto de su arte puede concluirse que constituyó una fuente inagotable de interés visual. Por suerte, a Marthe, siempre le agradó posar, especialmente en la bañera, en muchas de las pinturas más importantes del artista, ella aparece totalmente sumergida en el agua, se aprecia una luminosidad casi estática en su cuerpo y en el agua, en “Desnudo en la bañera” pueden verse estas características.
"Escaleras en el jardín del pintor" hacia 1942-1944
Con respecto al paisaje, Bonnard, no solamente muestra lo que puede verse, también hace sentir, se lanza a buscar la sensación de los objetos, el otro aspecto de lo que representa en su arte. “Escaleras en el jardín del pintor” es una obra pintada casi al final de su vida. Un cuadro extraordinario. Las escaleras suben y desaparecen cuando en la grandiosidad de la vegetación. Exuberantes colores se agrupan a la izquierda; grandes fuentes de un verde primaveral aparecen a la derecha, delante se ven luminosos matorrales iluminados por los rayos solares de un dorado penetrante y un rojo incandescente, y más adelante, flores, que permiten que los azules del cielo actúen como fondo. Vemos un efecto teatral, un escenario, pero tal escenario no está preparado para una obra, sino para la vida. Bonnard actúa como un liberador de las verdadera limitaciones de quien observa su trabajo, y lo invita a entrar en su radiante libertad.
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