Miguel Ángel Buonarroti (1475-1564) se resistía al pincel y afirmaba con vehemencia característica que su única herramienta era el cincel. Nacido en una buena familia de Florencia, miembro de la aristocracia, se resistía por temperamento a cualquier tipo de coacción. Sólo el poder del papa, tiránico por posición y naturaleza, le forzó a pintar la “Sixtina”, y con reticencias logró el mejor fresco del mundo. Sus contemporáneos hablan de su “terribilitá”, que significa ser algo más que terrible: ser imponente. Nunca ha existido un artista literalmente más imponente que Miguel Ángel: imponente en el alcance de su imaginación, en su conocimiento del significado de la belleza, el significado espiritual. La belleza es para él divina, una de de las formas de Dios para comunicarse con la humanidad.
“La Sagrada Familia” (Tondo Doni) 1530.
Igual que Leonardo, Miguel Ángel también tuvo un buen maestro florentino, el delicioso Domenico Guirlandaio. Más tarde afirmaría que nunca había tenido un maestro, y en sentido figurado, dicha afirmación se aproxima bastante a la verdad. Sin embargo, su manera de utilizar el cincel devela su deuda temprana con Ghirlandaio, y también es evidente en el sombreado de los dibujos de Miguel Ángel, una técnica que sin lugar a dudas aprendió de su maestro. Los elegantes logros de una obra como “El nacimiento de San Juan Bautista” no se parecen en lo más mínimo a la inmensa inteligencia que muestran las primeras obras de Miguel Ángel, como por ejemplo, “La sagrada familia”, también conocida como “Tondo Doni”. De alguna manera esta pintura resulta poco atractiva a causa de su belleza fría y remota, pero su severo poder perdura una vez que se han olvidado otras pinturas más accesibles.
De todos modos, es el techo de la Capilla Sixtina, lo que muestra al artista en toda su majestuosidad. Luego de la restauración han expuesto esta increíble obra con la fuerza original de sus colores. Las formas sublimes, que surgen con desesperada energía, con formidable vitalidad, siempre han sido consideradas únicas y majestuosas.
“La creación de Adán” Capilla Sixtina
La historia de la creación que se narra en el techo, es cualquier cosa menos sencilla, en parte porque Miguel Ángel era un hombre extremadamente complejo; en parte porque se trata de complejidades teológicas que pueden resultar inaccesibles al ojo y conocimiento no iniciado. Por otro lado porque utilizó para equilibrar los temas y sucesos con gigantescos “ignudi”, jóvenes desnudos de gracia sobrehumana. Ellos expresan una verdad con una fuerza superior y, sin embargo no puede verse claramente de que se trata. El significado del “ignudi” es personal, no puede expresarse con palabras y mucho menos teologizar, mas transmite una fuerza increíble.
“Ignudi” Desnudo en el techo de la Capilla Sixtina.
Existe la misma fuerza, aunque en una forma más compresible, en los grandes profetas y las sibilas que están sentados en solemnes nichos debajo de los atletas desnudos. Las sibilas eran oráculos de Grecia y Roma. Una de las más famosas era la sibila de Cumae, que en la “Eneida” guía a Eneas en su viaje hacia el infierno. Miguel Ángel era un gran intelectual y poeta, un hombre muy culto. Su visión de Dios era la de una deidad toda de “fuego y hielo”, terrible, augusta en su severa pureza. Los profetas y las sibilas han sido llamados por la vocación divina para respetar el semblante escondido de Dios y poseen una apropiada grandeza de espíritu.
“Sibila Cumae” Capilla Sixtina
“La sibila eritrea” se inclina hacia adelante concentrada en su libro. El artista no intenta mostrar a ninguna de las sibilas vestida según su época histórica, ni explicar las leyendas que cuentan sobre ellas los autores clásicos. Su interés radica en su valor simbólico para la humanidad, prueba de que siempre han existido personajes iluminados espiritualmente, apartados de la confusión del tiempo ciego.
“Sibila eritrea” Capilla Sixtina
El hecho de que el origen de las sibilas fuese un mito, aumenta el drama. El hombre se ha sentido agraviado por la vulnerabilidad de su condición en algún momento, y aunque solo sea en imagen, no en la realidad, reconforta ver que estas figuras humanas se asemejan a Dios. Algunas de las sibilas representadas como ancianas, inclinadas, alarmadas por sus profecías.
“La sibila délfica” Capilla Sixtina
El sentido implícito de la majestuosidad de Dios queda explícito en “El juicio final” hecho 22 años después que el techo, ya en la vejez del pintor. Es la última condena de Miguel Ángel a un mundo que consideraba irremediablemente corrupto, veredicto este de esencia herética, aunque en aquella época lo consideró profundamente ortodoxo. Su Cristo juez, es un Apolo vengativo, y la fuerza de esta terrible y potente pintura radica en la trágica desesperanza de su autor.
“El Juicio Final” Pared occidental de la Capilla Sixtina
Él se pinta en el juicio, no como personaje, sino como una piel desollada, un envoltorio vacío de superficie muerta, vacío de su persona a causa de la presión artística. El único consuelo, cuando incluso la Virgen se encoge ante este atronador coloso, es que la piel pertenece a San Bartolomé, y a través de la promesa de salvación de este mártir entendemos que quizás, aunque sea desollado vivo, el artista está milagrosamente salvado.
“San Bartolomé” detalle de la Capilla Sixtina (Autorretrato de Miguel Ángel)
Tan impasible como la “sibila eritrea” es el heroico Adán representado en el techo, que eleva lánguidamente su mano hacia el creador, indiferente a las futuras agonías de estar vivo.
Algunos aspectos interesantes de la obra en el techo de la Capilla Sixtina
Existen en el fresco más de 300 representaciones de personajes de los cuales el 95% son judíos y 5% paganos, hecho sorprendente al ser un encargo del sumo pontífice del catolicismo. Se dice que Miguel Ángel escondió en su obra magistral aspectos claves del Talmud y la Cábala del Judaísmo.
“El profeta Zacarías” con el rostro del papa Julio II. Capilla Sixtina.
Dado que realizó su obra en constante tensión con su patrón católico el papa Julio II lo represento sobre la puerta destinada para su entrada al recinto como el primero de los profetas judíos cuando el papa quería una imagen de Jesucristo. En vez de esto, aparece la imagen de Zacarías, el hombre que alertó a los sacerdotes corruptos y que animó a los judíos a reconstruir a Jerusalén y el templo sagrado. Lo vistió con los colores azul y oro símbolos familiares del pontífice.
Incluyó imágenes sobre las cuatro salvaciones del pueblo judío: La historia de David y Goliat, Judith, hebreos indefensos que vencen a sus enemigos. Y la de Esther y Amán y la serpiente de Moisés. Todas estas son leyendas en las que hombres y mujeres son protagonistas en igualdad de condiciones.
Seleccionó siete figuras (sibilas) y siete profetas, la elección de este número tiene correspondencia con los siete días de la creación, las siete luces de la “menorah” (candelabro de siete brazos del interior del templo de Jerusalén), las siete nubes de gloria que protegieron al pueblo de Israel, los siete pasos espirituales que acercan al hombre a Dios “Middot”. Igualmente hay referencias a interpretaciones del Árbol de la Vida, tal y como aparecen en el Talmud.
Miguel Ángel dedicó la franja central de la bóveda a los cinco libros del génesis, aceptados por todas las religiones cristianas y que en la tradición hebrea conforman La Torá que es el núcleo de la religión Judía.
“La fruta prohibida” Capilla Sixtina.
En el fresco dedicado a la fruta prohibida el árbol de la vida no es representado como un manzano sino como una higuera. En esta pintura, es Adán el que toma la fruta y la serpiente tal y como la describe el Midrash hebreo aparece con brazos y piernas.
Origen de la Capilla Sixtina:
La Capilla Sixtina se encuentra en la Ciudad Estado del Vaticano. Fue construida entre 1471 y 1484, en la época del papa Sixto IV, de donde procede el nombre por el que es conocida, aunque inicialmente se llamó Capilla Palatina. Su arquitecto fue Giovanni d'Dolci. En ella se llevan a cabo los cónclaves por medio de los cuales son elegidos mediante votación de los cardenales los Papas de la Iglesia Católica.
MIGUEL ANGEL ha sido un personaje singular para mí desde que era una niña y acompañaba a mi madre a las conferencias sobre ARTE y CULTURA a las que ella asistía.
ResponderEliminarCuando siendo una jovencita viaje a Europa, visité Italia y el Vaticano, entré por primera vez a la Capilla Sixtina...toda esa información asentada en mi memoria se convirtió en una emoción pocas veces experimentada en mi joven vida.
Gracias Antonio por esta fabulosa oportunidad de recordar ese bello momento!
A mi también Miguel Ángel me emociona hasta las lágrimas. Gracias por esta entrada de blog tan completa y bien escrita.
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