Paul Gauguin (1848-1903) es reconocido y famoso por los cuadros que pintó luego de su marcha a las islas de los mares del sur para escapar de Europa y de su familia, pero la inspiración de su obra partía de su interior. Aunque se dedicó a la pintura como profesional tardíamente, sus primeros pasos como aficionado estuvieron bajo la influencia de los impresionistas, especialmente de Camille Pissarro, cuyas pinceladas rotas y sistemáticas adoptó Gauguin. Este fue presentado a los impresionistas como un rico agente de cambio y bolsa parisino y comenzó a comprar sus cuadros; incluso expuso algunas de sus propias obras en las exposiciones que se celebraron a partir de 1879. Sin embargo, cuando en 1883 se convierte en un pintor a tiempo completo, empezó a sentir limitaciones en el ambiente artístico parisino.
“En el Café” Pushkin Museum de Moscú
Gauguin pretendía eliminar de su arte todas las convenciones. Los impresionistas estaban influidos por la naturaleza. Encontró la libertad y tranquilidad en Pont-Aven, en la Bretaña, donde rápidamente hizo amistad con la principal figura entre los artistas de la localidad, Emil Bernard, cuyo trabajo pictórico se caracterizó por el uso de la técnica “Cloisonnisme”, palabra proveniente de “Cloision” que significa partición. Este estilo se destacó por poner en contraste zonas de colores puros y luminosos, separándolas con líneas oscuras; el efecto conseguido es igual al del vidrio emplomado usado en los vitrales. Gauguin y Bernard trabajaron juntos en Pont-Aven entre 1888 y 1891 y se cree que este último tuvo gran influencia en la obra de Gauguin. Fue en esta región aislada donde desarrolló los elementos distintivos y simbólicos de su estilo. Inspirado por el arte medieval de las vidrieras y por el arte popular, empezó a pintar formas simplificadas con pronunciados contornos en negro. Los campesinos bretones, con su sencilla fe y su forma de vida arcaica, también le atrajeron, y se convirtieron en tema recurrente.
“Visión después del sermón” 1888
Pintó “Visión después del sermón” dos años antes de marcharse a Tahití, pero resulta tan primitiva como cualquier elemento tahitiano. Gauguin mezcló la realidad con la experiencia interior de una visión y la ensalzó con un color simbólico. Plasma el tema de Jacob luchando con el ángel, una historia del Antiguo Testamento. Es probable que la religión ejerciera sobre el pintor una fascinación exótica ya que pinta a Jacob al amanecer, luchando por vencer a su oponente sobrehumano y conseguir que le revele su nombre. Gauguin se enfrentaba a lo sobrehumano y luchaba contra su ángel/demonio para encontrar su identidad. Ofreció la pintura a la iglesia bretona local, pero el cura recelaba de la obra y pensó que se burlaba de él. Solo en la actualidad la fuerza espiritual del cuadro aparece vitalmente clara.
Hacía tiempo que Gauguin había abandonado a su esposa holandesa y a sus hijos, y en 1888 fue a visitar a Van Gogh en Arlés. Pareciera normal que ambos fuesen amigos, aunque tal vez no sea el termino apropiado ya que ambos eran hombres solitarios que buscaban desesperadamente un compañerismo curativo. La crisis de su tambaleante relación llevó a Van Gogh, el más frágil de los dos, al anormal acto de mutilación de su oreja. Gauguin pasó los dos siguiente años en Francia, viajando sin descanso, y en abril de 1891 parte hacia Tahití, donde pasó gran parte del resto de su vida.
Su escape a los mares del sur en busca de una forma de vida primitiva donde su arte pudiese florecer. A pesar de la repugnancia que le producía la sociedad colonialista que allí encontró, pinto a los polinesios como imágenes en un estado celestial de libertad total. El pintor inculca su propia versión de la naturaleza, con formas estilizadas y planas y con la utilización de colores intensos y exóticos en lo que puede parecer un abandono temerario, pero que e´stá cuidadosamente calculado para conseguir los efectos más espectaculares. En “Jinetes en la playa” pinta la arena rosa, no porque la viese de ese color, sino porque solamente la arena rosa podía expresar sus sentimientos. El amarillo hubiese resultado demasiado real: no se trata de una escena lógica, sino mágica, y la paz y la alegría son simbólicas, no literales. Es un cuadro sobre un estado de vida idílico; personas amables y radiantes controlan sin esfuerzo a sus caballos, la libertad se encuentra en cada punto del paisaje marino, los cielos amplios y cubiertos de nubes, el hombre y la mujer en perfecta armonía.
Aunque Gauguin transformó a las mujeres polinesias en figuras divinas(en función de las reglas de su imaginación) conocía bien las costumbres que en su sociedad tribal privaban. La muchacha plasmada en “Nevermore”, un cuadro pintado después de vivir varios años en los mares del sur, muestra como llegó a entender la obsesionada diferencia de la vida interior de ellas. Su cuerpo dorado y verde tendido mientras piensa sobre el misterio de su existencia. Un cuervo ciego se posa sobre la ventana como un “simbólico pájaro de la muerte”(figura inspirada por el poema de Edgar Allan Poe “El cuervo”, uno de los autores preferidos de los simbolistas). Dos mujeres hablan con urgencia mientras la muchacha yace en separada sobre su espléndido almohadón amarillo. Los motivos semiabstractos que se ven las pinturas de este tipo son expresiones de los ritmos internos, psicológicos, mas que de sucesos externos.
La habilidad de Gauguin radicó en su negación a dar explicación a este complejo misterio, a pesar de que sugiere que puede haber una respuesta. no importa el tiempo que se contemple “Nevermore”; mantiene, y de hecho profundiza, su misterio ante el observador inquieto.
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