La primera década del siglo XX presentó a muchos artistas descontentos con la doctrina clásica que recibían en las academias y buscaron a toda costa el nacimiento de una verdadera renovación tanto en el estilo, como en el contenido artístico. “Der blaue reiter” nace como producto de la asociación de tres pintores: Vasily Kandinsky, Franz Marc y Gabriele Münter. Con este nombre Kandinsky y Marc expresan de forma poética dos temas que les son muy queridos: el primero – el azul – es el predominio del color sobre el dibujo, una elección de estilo que los coloca en el centro del expresionismo. El segundo elemento – el jinete – es muy apreciado por Kandinsky. El jinete para él representa el símbolo del artista contemporáneo que ve en su arte un deber ético cuya misión es la defensa y difusión de lo bello y lo verdadero. El grupo busca la confrontación de ideas para indagar y profundizar con nuevas formas de expresión. Inclusive la música forma parte de su visión, ellos utilizaron el termino “vibración” para indicar el efecto visual provocado por los colores que pretenden imitar los sonidos y traducirlos en imágenes al igual que las emociones. Otro aspecto sobre “Der blaue reiter” es su relación con la teosofía, conjunto de doctrinas esotéricas y espiritualistas relanzadas desde 1875 por Helena Petrova Blavatsky, los artistas reivindican la libertad de expresión del individuo, que necesita expresar su interioridad. Tal expresión se materializa tanto en el realismo más genuino como en la abstracción más pura.
Vasily Kandinsky. “El jinete azul” 1903
Esta pintura muestra un empleo “impresionista” de los colores, específicamente en los reflejos dorados de las hojas de los árboles y las pequeñas pinceladas con que el pintor plasma al jinete y el caballo, para transmitir la idea de movimiento. Otra Característica que aproxima la obra al estilo impresionista es la estructura en dos dimensiones del espacio, proveniente de las estampas japonesas que lo influenciaron.
Vasily Kandinsky. “Marnau: Vista con un trazado ferroviario y un castillo” 1909
El tema de esta pintura se trata de una vista de la casa que el pintor compartía con su compañera Gabrielle Münter. La masa negra del tren atraviesa a gran velocidad el paisaje, dominado por tonos verdes y amarillos que truncan las manchas blancas de vapor de la locomotora y las nubes. Sus colores antinaturales denotan que no se trata de una representación naturalista, sino de una visión interior y espiritual.
Franz Marc. “Los caballos azules” 1911
El tema que mas aparece en la obra de Franz Marc son los animales en un paisaje, sus preferidos son los caballos, como los que se ven en esta pintura. El artista se ve influido por el orfismo cuyos fundamentos son:
- Exaltación del color puro que es "forma y tema".
- Prescinde de la identificación del espacio pictórico.
- Sustituye gradualmente las imágenes de la naturaleza por formas lumínicas de color.
Se aprecia la influencia de las formas abstractas de Kandinsky, al tanto que el azul de los caballos recuerda a seres míticos. Hay predominio de líneas curvas, con un ritmo que resalta la armonía.
Franz Marc. “El sueño” 1912
En esta tela, el artista crea un mundo de idílica pureza, un paraíso terrenal incorrupto y no tocado aún por el mal, en el cual los seres humanos y los animales conviven armoniosamente. Marc está consciente del título de su obra, se halla dentro de ella y se identifica con su centro, una figura de color rosa , rodeada de sus amados y variopintos caballos. A la izquierda el autor sitúa un inverosímil león que intenta asustar al espectador con su rugido, pero que no logra ser terrible. Por el contrario acentúa la naturaleza fantástica de la escena.
Gabrielle Münter. “Paseo en barca” 1910
Gabrielle Münter estudió en Düsseldorf y en Münich, en la Unión de Mujeres Artístas. Seguidamente ingresa en la Escuela de Arte del Grupo Phalanx, donde conoce a Kandinsky, de quien será alumna y posteriormente compañera. En su obra se encuentran numerosos retratos y paisajes, en los cuales demuestra una desarrollada creatividad, notable dominio del dibujo y una sensibilidad cromática inusual. Aparecen en esta pintura la propia autora, quien se encuentra de espaldas, Marianne von Werefkin sentada al lado de su hijo de nombre Andreas, y, en el centro, Kandinsky de pie, mirándola afectuosamente.
Me gusta mucho tu blog, buscando pinturas de paseos, apareció tu bonito e interesante trabajo. Gracias
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