Carlo Carrá (1881-1966), figura destacada tanto de la pintura futurista como de la metafísica. Al principio intentó infundir una sensación de movimiento a la estructura geométrica y a la paleta neutra del cubismo. En el ejército conoció a Giorgio Da Chirico, creador de la pittura metafisica (pintura metafísica) y adoptó ese nuevo concepto.
Futurista:
“Los funerales del anarquista Galli” 1911. Óleo sobre tela
En el verano de 1910, los futuristas concibieron la idea de que cada uno de ellos pintaría un gran cuadro horizontal para mostrar su concepción estética en una exposición a celebrarse en 1911. Carrá realizó “Los funerales del anarquista Galli”, obra en la que el artista expresó sus intereses sociales y sus aspiraciones de libertad. Es una pintura de impacto visual importante, llena de tensiones emotivas, colores intensos y sombríos, aún divisionistas, con un dibujo tenso y fragmentado que ya de por si se enmarcaba en los postulados futuristas. El indicó en su manifiesto titulado “La pintura de los sonidos, ruidos y olores” de 1913, quería mostrar una “ebullición o un remolino de formas y de luces sonoras, ruidosas y olorosas”
“El jinete rojo” (Caballo y jinete) 1913. Témpera y tinta sobre papel entelado.
Hacia 1912, Carrá asume las últimas novedades provenientes de las vanguardias francesas, concretamente el conocimiento de los colores intensos y vivos utilizados por los fauvistas y las descomposiciones del cubismo analítico, esto lo influye al punto de que modifica su propio estilo. “El jinete rojo” presenta una singular atracción hacia el caballo, coloreado con un rojo intenso para que resalte contra el fondo claro, mientras las líneas dispuestas como una aureola en torno al animal vislumbran la idea de la velocidad y la fuerza, tanto que se siente la vibración de la atmósfera circundante. El cuerpo del jinete aparece nítido, pero a la vez casi desmaterializado, tensado al máximo para reafirmar la potencia del corcel.
Metafísico:
"La habitación encantada” 1917. Óleo sobre tela
La pintura metafísica posee una estética extraña, de perspectivas imposibles, de elementos simbólicos, de largas sombras, de objetos sumidos en una claridad sin atmósfera, donde todo sucede como si fuera un sueño. Consigue imponer una sensación de misterio a través de maniquíes, manos enguantadas inmersas en un mundo de horizontes lejanos y de grandes arquitecturas vacías, colosales y fantasmagóricas. En obras como “La habitación encantada” creó una atmósfera de misterio y aprehensión mediante el uso de una perspectiva renacentista exagerada y de una luz amenazadora.
Gracias, me sirvió.
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