Nace en Nueva York en 1935, a los seis años llega a Venezuela junto a sus padres donde residirá de manera permanente, entre 1948 y 1950 estudia en la Escuela de Artes Plásticas de Caracas, allí recibe instrucción de Marcos Castillo, Juan Vicente Fabián, Rafael Ramón González, Luis Alfredo López Méndez y Francisco Narváez.
Durante 1950 participa en el movimiento disidente que abandona la Escuela de arte junto a otros artistas como Jacobo Borges, Alirio Rodríguez, Víctor Valera, Jaimes Sánchez, etc…frecuenta en estos años el taller libre de arte, y participa en actividades políticas en oposición a la dictadura. A partir de 1954 frecuenta la Escuela de Artes Plásticas de Barquisimeto. Al año siguiente viaja a Europa visitando Viena, Praga y Varsovia.
Se instala en la ciudad de París donde trabaja en el taller de Jacobo Borges; luego regresan juntos a Venezuela. En 1959 participa en la fundación de la Escuela de Artes Plásticas de la Asunción, en la Isla de Margarita, Venezuela, donde se desempeña como profesor de dibujo, pintura y composición. Entre los años de 1962 y 1965 instala su taller en Barlovento, donde además de pintar se dedica a las actividades agrícolas. En 1975 representó a Venezuela en la Bienal de Sao Paulo.
Durante todo su trabajo plástico, Dávila entra y sale del aislamiento. Tiene frecuentes lapsos de introspección, de búsqueda interior y, al mismo tiempo, no deja de presentarse en el acontecer artístico de las grandes ciudades. A su regreso de Sao Paulo se radica en Lagunetica, donde actualmente mantiene su taller, y en él centra su trabajo en el tema de las ventanas, el andamio, las escaleras y las sombras.
En este tiempo, la composición de su obra cambia, sus elementos inesperados y animales, inicialmente, insectos y perros, luego gatos se fueron incorporando al lienzo. El artista hace una renovación de su trabajo, y es de la realidad circundante de donde extraerá sus modelos y personajes.
domingo, 30 de mayo de 2010
sábado, 29 de mayo de 2010
El mal de ojo ¿Mito o realidad?
Los ojos son, quizá, la parte más expresiva del rostro humano y, desde tiempo inmemorial, han sido fuentes generadoras de numerosas supersticiones que atañen tanto a su color como a la manera como se utilizan para mirar. En este escrito vamos a ocuparnos del aspecto que incuben a la mirada. A los órganos de la vista en el hombre y los animales, no sólo se les reconoce la cualidad de transmitir los sentimientos más ocultos e íntimos de las personas, sino que ha sido y es creencia en todas las culturas que se conocen que también son capaces de ejercer el aojamiento o la fascinación; es decir, lo que todos conocemos como el mal de ojo.
En efecto; en todos los lugares del planeta hay personas que creen que todo lo que les rodea (animales, plantas, personas) puede ser afectados por el mal de ojo. Pero ¿qué es el “mal de ojo”?
Una primera acepción del término nos dice que mal de ojo es la “enfermedad que se atribuye a la vista de alguno que mira con ahínco o con ojos atravesados”; en principio, pues, el mal de ojo no es otra cosa que una patología que afecta al órgano de la vista y que podría identificarse con el ‘estrabismo’. Pero quizá por el efecto de incomodidad (o rareza, si se quiere) que produce en nosotros la mirada de un bizco, las gentes han extendido también la aplicación de dicho término (y así se recoge en el DRAE) al “influjo maléfico que, según vanamente se cree, puede una persona ejercer sobre otra mirándola de cierta manera, y con particularidad sobre los niños”. Así entendido, hablamos de una suerte de encantamiento, embrujo o hechizo que algunos individuos ocasionan con su mirada a las personas, animales, plantas o cosas.
Según los terapeutas especializados en mecánica vibracional, el mal de ojo es una enfermedad mental pasajera, resultado de la unión de las creencias personales con la falta de propósitos en la vida y la depresión. Por otra parte, el científico ruso Alexander Gurvitch, en la década de los treinta del siglo pasado, llegó a la conclusión de que la mirada emite una serie de rayos invisibles que afectan a las personas a las que va dirigida; de esta manera, con sólo mirar a una persona a los ojos, podemos sentir su poder, su malicia o, por el contrario, su ternura, candidez o bondad.
La Higa
Por su parte, los seguidores de las artes mágicas y los muy dados a la fenomenología paranormal afirman que el mal de ojo puede provocarse por medio de una formulación ritual, con el objetivo de que el afectado pierda interés por todo lo que le rodea, incluso por la vida, y llegue al extremo de verse avocado al suicidio.
La tradición nos ha dejado constancia de una creencia que afirma que el mal de ojo también puede llevarse a efecto a través de la relación sexual, cuando la víctima lleva a cabo el coito con una persona capaz de hacer maleficios. Desde muy antiguo, también se cree que una persona puede verse afectada de aojamiento por medio de la mirada de una mujer jorobada, estrábica y embarazada.
El aojamiento y otras supersticiones de este tipo hallan un caldo de cultivo propicio en la creencia de muchas personas en la ‘mala suerte’, en nuestro natural temor al infortunio o a la falta de una explicación o razón que justifique un mal acaecido.
Rasputín, un caso paradigmático de aojamiento
Un caso que suele argüirse como paradigma de este fenómeno maléfico podemos encontrarlo en la Historia, concretamente en el caso Rasputín, un monje ortodoxo de la época de la Rusia zarista. Es conocido de todos el poder que este monje ejercía sobre todas las personas que lo miraban a los ojos, personas que caían, de inmediato e inevitablemente, bajo su influjo; estas personas eran fascinadas por el clérigo de tal manera que quedaban desposeídas de su capacidad de libre decisión y albedrío. A título de ejemplo podemos traer a colación el extraordinario control que tuvo sobre los últimos zares de Rusia, Nicolás y Alejandra, particularmente sobre esta última. En puridad, las razones de esta nefasta influencia habría que buscarlas en cuestiones de personalidad y otros motivos que ahora no vienen al caso.
Ojo Turco
El mal de ojo en la historia del mundo
El aojamiento es una creencia cuya universalidad puede constatarse tanto en el espacio como en el tiempo. El conocimiento de este influjo maléfico nos llega desde múltiples lugares del planeta (China, India, Filipinas, Estados Unidos, Italia y España). Generalmente, el término es más conocido en las zonas litorales que en las interiores, particularmente en las mediterráneas. Además, ha estado y aún está muy presente en comunidades cerradas y marginales; así, por ejemplo, entre los gitanos no integrados esta creencia se vive a flor de piel.
En cuanto al tiempo, se tiene constancia escrita de que este mal era ya conocido en las civilizaciones aztecas y mayas. Además, algunos pueblos precolombinos afirmaban que una persona podía ejercer mal de ojo a un enemigo si lo miraba masticando los granos de maíz que había depositado previamente en la boca de un cadáver.
En algunas zonas amazónicas, cuando el sacerdote o hechicero conjuraba a los demonios, los individuos miraban hacia el suelo para evitar que el mal cayese sobre ellos.
En el antiguo Egipto estaba tajantemente prohibido mirar a los ojos del faraón para así protegerlo de cualquier efecto maléfico con que se pretendiera dañarlo, y, como medida preventiva, se usaba el ojo de Horus como amuleto para impedir las malas influencias de los aojadores.
La Mano de Fátima
En la Roma clásica colgaban hojas de eucalipto a la entrada de sus casas para impedir ser víctimas de este maleficio y la tradición aconsejaba no mirar a un reo que estuviese sangrando a fin de evitar que su dolor y su rabia provocasen en ellos el aojamiento. En Grecia, por su parte, se utilizaba aloe y mirra para combatir este mal.
En España, la creencia fue introducida en tiempos de la dominación árabe y aún pervive, particularmente en las zonas rurales y apartadas. En las grandes urbes, esta creencia se abre paso con bastante dificultad y sólo afecta a niveles culturales muy bajos y a grupos marginales.
El mal de ojo en la literatura
Ciñéndonos someramente a la literatura española, podemos ver cómo algunos de nuestros autores se han hecho eco de este maleficio dejando testimonio de su existencia y efectividad en alguna de sus obras. Así, en el Libro de Buen Amor del Arcipreste de Hita se habla de que el ojo de una zorra tiene propiedades curativas sobre la fascinación. En el Libro del aojamiento o fascinología de Enrique de Aragón, Marqués de Villena, se expone un gran número de signos que presentan los afectados por el mal de ojo. Por contra, otros autores niegan su efectividad al referirse al fenómeno; tal es el caso de Benito Jerónimo Feijoo, quien, en su obra El teatro crítico, niega la eficacia real del mal de ojo. Igualmente, Mariano Benavente es autor de un tratado en torno a este maleficio en el que ridiculiza a todas las personas que creen en él.
¿Quiénes son los aojadores?
La tradición considera a las mujeres que están menstruando como aojadoras, lo cual guarda relación con la imagen que tenían los antiguos semitas de la mujer sin hijos, ya que la esterilidad era considerada como una gran desgracia e indicio de una maldición divina.
Otros afirman que los individuos portadores del maleficio presentan unas características especiales que permiten identificarlos. Así, los aojadores son envidiosos convulsivos, celosos en extremo, tienen deseos inconfesables y sienten abominables tendencias; y las precauciones deben extremarse con ellos, pues son capaces de ejercitar sus malas artes simplemente mirando a alguien o a algo a la vez que lo alaban.
En la tradición oriental y en Andalucía se cree que la persona de ojos azules, o la que tenga una vena en el entrecejo o dos pupilas en uno o ambos ojos está dotada para el ejercicio del aojamiento. Está muy extendida la creencia de que este mal se inocula por el aliento, beso, tocamiento y mirada de algunos individuos, al tiempo que menciona unas palabras determinadas.
Antiguamente, se culpaba de este mal a los diablos, a los duendes y a las brujas, pero en la actualidad, cuando ya parece que hemos superado la creencia en estos seres y los tildamos de ficticios, les echamos la culpa a ancianas que observan un comportamiento anómalo y a las gitanas. Es curioso que, en tiempos pasados, se creyese que la luna era capaz de causar este mal.
Las aojadoras eran consideradas personas perversas y dignas de la muerte por causar graves daños a los demás. En Europa, todas aquellas personas a las que se les descubrían signos de aojadoras eran quemadas en la hoguera durante la Edad Media. A mediados del siglo XVIII, la Inquisición puso fin a la vida de la desaojadora Ana Muñoz, conocida como ‘la Rata’, oriunda de Teba (pueblo malagueño).
¿A quién afecta?
Como se ha dejado constancia al comienzo, los principales afectados por el mal de ojo suelen ser los niños pequeños. Los síntomas que presentan son falta de apetito, desinterés por lo que les rodea, ensimismamiento, inmovilidad, sueño constante, llanto sin motivo, fracaso en sus relaciones sociales, dolor de cabeza fuerte y distracción en la escuela, entre otros.
Detección y tratamiento del mal de ojo
Para averiguar si una persona está afectada por el mal de ojo, podemos aplicar varios procedimientos como examinar el pelo de la persona en cuestión, ‘pasar el agua’, hacer una ‘ahumada’ o la prueba del aceite y el agua. Consideremos estos medios, pero téngase en cuenta que sólo puede llevarlos a cabo con eficiencia una persona dotada de de tal don, que, en Andalucía, normalmente, suele ser una mujer.
Para examinar el pelo, se echa un mechón de su pelo en un vaso de agua con aceite. Si el aceite desaparece, es señal de que el mal está en él; procede, pues, ponerlo en conocimiento de una desaojadora para la sanación de la persona afectada.
El procedimiento de ‘pasar el agua’ o ‘agua del alicor’ ha de llevarlo a cabo una desaojadora, la cual se santigua delante del enfermo y ordena que se vaya a los demonios que ocupan aquel cuerpo. A continuación, deja caer un trozo de alicor situado al borde de la jarra de baño en la que se encuentra el agua. Si se forman burbujas rodeando dicho trozo, la persona estará afectada por el mal. Finalmente, si se confirma el aojamiento, se le dará el agua de alicor para que beba y pueda sanar.
Hacer una ‘ahumada’ pone fin rápidamente al mal de ojo mediante la inspiración del vapor que se desprende de la quema de granitos de pólvora, suela de zapatos viejos, ramas de laurel, estiércol (porcino) y granitos de mazorca.
En la prueba del aceite y el agua se echa aceite en una vasija con agua y se analizan las gotas formadas, cosa que sola la persona desaojadora puede llevar a cabo.
Una vez que el afectado es diagnosticado, puede recurrirse a múltiples remedios para su sanación; estos procedimientos puede ponerlos en práctica cualquier persona, siempre que la aojadora así lo recomiende. Por ejemplo: poner un lazo rojo en la cuna del bebé, colgarle un papel con un versículo del Evangelio en el cuello, arrojar a un tejado una planta de torvisco en forma de cruz y del mismo peso que el afectado o solicitar las oraciones de las llamadas ‘saludadoras’ y ‘graciosas’. Es creencia que las mujeres así llamadas tienen este don porque nacieron en Jueves o Viernes Santo, o son gemelas, o han nacido con una cruz bajo la lengua o lloraron tres veces durante su desarrollo fetal.
Prevención del mal de ojo
Si queremos prevenir el aojamiento, podemos llevar encima un amuleto, como puede ser una cruz de madera, metal, hueso o palma sujeta con un hilo rojo; si se intuye que alguien va a hacernos el maleficio o se presente que nos lo están haciendo, la cruz se puede hacer con los dedos en ese mismo momento. Otro medio de protección consiste en llevar consigo una herradura usada; como medida protectora de una casa, podemos fijar esa herradura en la puerta. Es muy eficaz también llevar consigo unas tijeras abiertas, una pata de conejo, alguna pieza de cristal y azabache, cuentas de ámabra, una rama de higuera, un cuerno de ciervo, una mano de tejón o la llamada mano de Fátima. El Marqués de Villena, en su Tratado del ojo, recomienda un sinfín de remedios para evitar el daño causado por el mal de ojo.
En las líneas anteriores he hablado de recitar oraciones o ‘ensalmos’. Es curioso saber que las que recitan las aojadoras han sido aprendidas por transmisión oral, pasadas de madres a hijas, de una a otra generación, y, aunque en ellas se hace referencia a la Virgen María, a la Santísima Trinidad y a todos los Santos, no son las canónicas, esto es, las que se aprenden en catequesis y las Iglesia nos enseña. Por otra parte, para que sean realmente efectivas, es condición inexcusable que esta transmisión se haga el Jueves o el Viernes Santo de la Semana Santa.
Diana Berbén Melgar
Fuente: http://www.analitica.com/va/arte/oya/2857716.asp
En efecto; en todos los lugares del planeta hay personas que creen que todo lo que les rodea (animales, plantas, personas) puede ser afectados por el mal de ojo. Pero ¿qué es el “mal de ojo”?
Una primera acepción del término nos dice que mal de ojo es la “enfermedad que se atribuye a la vista de alguno que mira con ahínco o con ojos atravesados”; en principio, pues, el mal de ojo no es otra cosa que una patología que afecta al órgano de la vista y que podría identificarse con el ‘estrabismo’. Pero quizá por el efecto de incomodidad (o rareza, si se quiere) que produce en nosotros la mirada de un bizco, las gentes han extendido también la aplicación de dicho término (y así se recoge en el DRAE) al “influjo maléfico que, según vanamente se cree, puede una persona ejercer sobre otra mirándola de cierta manera, y con particularidad sobre los niños”. Así entendido, hablamos de una suerte de encantamiento, embrujo o hechizo que algunos individuos ocasionan con su mirada a las personas, animales, plantas o cosas.
Según los terapeutas especializados en mecánica vibracional, el mal de ojo es una enfermedad mental pasajera, resultado de la unión de las creencias personales con la falta de propósitos en la vida y la depresión. Por otra parte, el científico ruso Alexander Gurvitch, en la década de los treinta del siglo pasado, llegó a la conclusión de que la mirada emite una serie de rayos invisibles que afectan a las personas a las que va dirigida; de esta manera, con sólo mirar a una persona a los ojos, podemos sentir su poder, su malicia o, por el contrario, su ternura, candidez o bondad.
La Higa
Por su parte, los seguidores de las artes mágicas y los muy dados a la fenomenología paranormal afirman que el mal de ojo puede provocarse por medio de una formulación ritual, con el objetivo de que el afectado pierda interés por todo lo que le rodea, incluso por la vida, y llegue al extremo de verse avocado al suicidio.
La tradición nos ha dejado constancia de una creencia que afirma que el mal de ojo también puede llevarse a efecto a través de la relación sexual, cuando la víctima lleva a cabo el coito con una persona capaz de hacer maleficios. Desde muy antiguo, también se cree que una persona puede verse afectada de aojamiento por medio de la mirada de una mujer jorobada, estrábica y embarazada.
El aojamiento y otras supersticiones de este tipo hallan un caldo de cultivo propicio en la creencia de muchas personas en la ‘mala suerte’, en nuestro natural temor al infortunio o a la falta de una explicación o razón que justifique un mal acaecido.
Rasputín, un caso paradigmático de aojamiento
Un caso que suele argüirse como paradigma de este fenómeno maléfico podemos encontrarlo en la Historia, concretamente en el caso Rasputín, un monje ortodoxo de la época de la Rusia zarista. Es conocido de todos el poder que este monje ejercía sobre todas las personas que lo miraban a los ojos, personas que caían, de inmediato e inevitablemente, bajo su influjo; estas personas eran fascinadas por el clérigo de tal manera que quedaban desposeídas de su capacidad de libre decisión y albedrío. A título de ejemplo podemos traer a colación el extraordinario control que tuvo sobre los últimos zares de Rusia, Nicolás y Alejandra, particularmente sobre esta última. En puridad, las razones de esta nefasta influencia habría que buscarlas en cuestiones de personalidad y otros motivos que ahora no vienen al caso.
Ojo Turco
El mal de ojo en la historia del mundo
El aojamiento es una creencia cuya universalidad puede constatarse tanto en el espacio como en el tiempo. El conocimiento de este influjo maléfico nos llega desde múltiples lugares del planeta (China, India, Filipinas, Estados Unidos, Italia y España). Generalmente, el término es más conocido en las zonas litorales que en las interiores, particularmente en las mediterráneas. Además, ha estado y aún está muy presente en comunidades cerradas y marginales; así, por ejemplo, entre los gitanos no integrados esta creencia se vive a flor de piel.
En cuanto al tiempo, se tiene constancia escrita de que este mal era ya conocido en las civilizaciones aztecas y mayas. Además, algunos pueblos precolombinos afirmaban que una persona podía ejercer mal de ojo a un enemigo si lo miraba masticando los granos de maíz que había depositado previamente en la boca de un cadáver.
En algunas zonas amazónicas, cuando el sacerdote o hechicero conjuraba a los demonios, los individuos miraban hacia el suelo para evitar que el mal cayese sobre ellos.
En el antiguo Egipto estaba tajantemente prohibido mirar a los ojos del faraón para así protegerlo de cualquier efecto maléfico con que se pretendiera dañarlo, y, como medida preventiva, se usaba el ojo de Horus como amuleto para impedir las malas influencias de los aojadores.
La Mano de Fátima
En la Roma clásica colgaban hojas de eucalipto a la entrada de sus casas para impedir ser víctimas de este maleficio y la tradición aconsejaba no mirar a un reo que estuviese sangrando a fin de evitar que su dolor y su rabia provocasen en ellos el aojamiento. En Grecia, por su parte, se utilizaba aloe y mirra para combatir este mal.
En España, la creencia fue introducida en tiempos de la dominación árabe y aún pervive, particularmente en las zonas rurales y apartadas. En las grandes urbes, esta creencia se abre paso con bastante dificultad y sólo afecta a niveles culturales muy bajos y a grupos marginales.
El mal de ojo en la literatura
Ciñéndonos someramente a la literatura española, podemos ver cómo algunos de nuestros autores se han hecho eco de este maleficio dejando testimonio de su existencia y efectividad en alguna de sus obras. Así, en el Libro de Buen Amor del Arcipreste de Hita se habla de que el ojo de una zorra tiene propiedades curativas sobre la fascinación. En el Libro del aojamiento o fascinología de Enrique de Aragón, Marqués de Villena, se expone un gran número de signos que presentan los afectados por el mal de ojo. Por contra, otros autores niegan su efectividad al referirse al fenómeno; tal es el caso de Benito Jerónimo Feijoo, quien, en su obra El teatro crítico, niega la eficacia real del mal de ojo. Igualmente, Mariano Benavente es autor de un tratado en torno a este maleficio en el que ridiculiza a todas las personas que creen en él.
¿Quiénes son los aojadores?
La tradición considera a las mujeres que están menstruando como aojadoras, lo cual guarda relación con la imagen que tenían los antiguos semitas de la mujer sin hijos, ya que la esterilidad era considerada como una gran desgracia e indicio de una maldición divina.
Otros afirman que los individuos portadores del maleficio presentan unas características especiales que permiten identificarlos. Así, los aojadores son envidiosos convulsivos, celosos en extremo, tienen deseos inconfesables y sienten abominables tendencias; y las precauciones deben extremarse con ellos, pues son capaces de ejercitar sus malas artes simplemente mirando a alguien o a algo a la vez que lo alaban.
En la tradición oriental y en Andalucía se cree que la persona de ojos azules, o la que tenga una vena en el entrecejo o dos pupilas en uno o ambos ojos está dotada para el ejercicio del aojamiento. Está muy extendida la creencia de que este mal se inocula por el aliento, beso, tocamiento y mirada de algunos individuos, al tiempo que menciona unas palabras determinadas.
Antiguamente, se culpaba de este mal a los diablos, a los duendes y a las brujas, pero en la actualidad, cuando ya parece que hemos superado la creencia en estos seres y los tildamos de ficticios, les echamos la culpa a ancianas que observan un comportamiento anómalo y a las gitanas. Es curioso que, en tiempos pasados, se creyese que la luna era capaz de causar este mal.
Las aojadoras eran consideradas personas perversas y dignas de la muerte por causar graves daños a los demás. En Europa, todas aquellas personas a las que se les descubrían signos de aojadoras eran quemadas en la hoguera durante la Edad Media. A mediados del siglo XVIII, la Inquisición puso fin a la vida de la desaojadora Ana Muñoz, conocida como ‘la Rata’, oriunda de Teba (pueblo malagueño).
¿A quién afecta?
Como se ha dejado constancia al comienzo, los principales afectados por el mal de ojo suelen ser los niños pequeños. Los síntomas que presentan son falta de apetito, desinterés por lo que les rodea, ensimismamiento, inmovilidad, sueño constante, llanto sin motivo, fracaso en sus relaciones sociales, dolor de cabeza fuerte y distracción en la escuela, entre otros.
Detección y tratamiento del mal de ojo
Para averiguar si una persona está afectada por el mal de ojo, podemos aplicar varios procedimientos como examinar el pelo de la persona en cuestión, ‘pasar el agua’, hacer una ‘ahumada’ o la prueba del aceite y el agua. Consideremos estos medios, pero téngase en cuenta que sólo puede llevarlos a cabo con eficiencia una persona dotada de de tal don, que, en Andalucía, normalmente, suele ser una mujer.
Para examinar el pelo, se echa un mechón de su pelo en un vaso de agua con aceite. Si el aceite desaparece, es señal de que el mal está en él; procede, pues, ponerlo en conocimiento de una desaojadora para la sanación de la persona afectada.
El procedimiento de ‘pasar el agua’ o ‘agua del alicor’ ha de llevarlo a cabo una desaojadora, la cual se santigua delante del enfermo y ordena que se vaya a los demonios que ocupan aquel cuerpo. A continuación, deja caer un trozo de alicor situado al borde de la jarra de baño en la que se encuentra el agua. Si se forman burbujas rodeando dicho trozo, la persona estará afectada por el mal. Finalmente, si se confirma el aojamiento, se le dará el agua de alicor para que beba y pueda sanar.
Hacer una ‘ahumada’ pone fin rápidamente al mal de ojo mediante la inspiración del vapor que se desprende de la quema de granitos de pólvora, suela de zapatos viejos, ramas de laurel, estiércol (porcino) y granitos de mazorca.
En la prueba del aceite y el agua se echa aceite en una vasija con agua y se analizan las gotas formadas, cosa que sola la persona desaojadora puede llevar a cabo.
Una vez que el afectado es diagnosticado, puede recurrirse a múltiples remedios para su sanación; estos procedimientos puede ponerlos en práctica cualquier persona, siempre que la aojadora así lo recomiende. Por ejemplo: poner un lazo rojo en la cuna del bebé, colgarle un papel con un versículo del Evangelio en el cuello, arrojar a un tejado una planta de torvisco en forma de cruz y del mismo peso que el afectado o solicitar las oraciones de las llamadas ‘saludadoras’ y ‘graciosas’. Es creencia que las mujeres así llamadas tienen este don porque nacieron en Jueves o Viernes Santo, o son gemelas, o han nacido con una cruz bajo la lengua o lloraron tres veces durante su desarrollo fetal.
Prevención del mal de ojo
Si queremos prevenir el aojamiento, podemos llevar encima un amuleto, como puede ser una cruz de madera, metal, hueso o palma sujeta con un hilo rojo; si se intuye que alguien va a hacernos el maleficio o se presente que nos lo están haciendo, la cruz se puede hacer con los dedos en ese mismo momento. Otro medio de protección consiste en llevar consigo una herradura usada; como medida protectora de una casa, podemos fijar esa herradura en la puerta. Es muy eficaz también llevar consigo unas tijeras abiertas, una pata de conejo, alguna pieza de cristal y azabache, cuentas de ámabra, una rama de higuera, un cuerno de ciervo, una mano de tejón o la llamada mano de Fátima. El Marqués de Villena, en su Tratado del ojo, recomienda un sinfín de remedios para evitar el daño causado por el mal de ojo.
En las líneas anteriores he hablado de recitar oraciones o ‘ensalmos’. Es curioso saber que las que recitan las aojadoras han sido aprendidas por transmisión oral, pasadas de madres a hijas, de una a otra generación, y, aunque en ellas se hace referencia a la Virgen María, a la Santísima Trinidad y a todos los Santos, no son las canónicas, esto es, las que se aprenden en catequesis y las Iglesia nos enseña. Por otra parte, para que sean realmente efectivas, es condición inexcusable que esta transmisión se haga el Jueves o el Viernes Santo de la Semana Santa.
Diana Berbén Melgar
Fuente: http://www.analitica.com/va/arte/oya/2857716.asp
jueves, 27 de mayo de 2010
HENRI ROUSSEAU: PINTURA PRIMITIVA O ARTE FANTASTICO
Henry Rousseau fue un artista que prefiguro la idea surrealista de la fantasía con su concepto fresco y naif del mundo, su obra no admite etiquetas, y aunque se la ha contado entre los pintores naif (ingenuos) o primitivos (dos términos utilizados para definir a los artistas sin formación), el traspasa esas catalogaciones. Conocido como Le Douanier después de trabajar toda la vida en las aduanas parisinas, Rousseau es el perfecto ejemplo del tipo de artista en que creían los surrealistas: el genio autodidacta cuyo ojo podía ver mucho más lejos que el de cualquier artista en formación.
"Paisaje con puente"
Rousseau fue un artista de una época anterior: murió en 1910, mucho antes de que los pintores surrealistas defendiesen su arte. Pablo Picasso , no sin ironía hizo que el mundo artístico le prestara atención, aquella que aquel creía totalmente merecida. Aunque el mayor deseo de Rousseau era pintar con estilo académico, y él consideraba que sus cuadros eran totalmente reales y convincentes, el mundo del arte quedo encantado con su intensa estilización, su visión directa y sus imágenes fantásticas
"El Sueño"
Tanta confianza en sí mismo como artista le permitió convertir libros normales e ilustraciones de catálogos en piezas de arte genuino: sus pinturas sobre la selva, por ejemplo, no surgieron como producto de la experiencia vivida, y su principal fuente de inspiración para la exuberante flora que plena sus extraños lienzos era el invernadero de plantas tropicales de París.
"Niño en las rocas"
A pesar de algunas desproporciones, exageraciones y banalidades evidentes, la pintura de Rousseau desprende una misteriosa poesía. La pintura “Niño en las Rocas” es a la vez graciosa y alarmante. Las rocas parecen una serie de cimas de montañas, y el niño las empequeñece sin ningún esfuerzo. Su maravilloso ropaje a rayas, la máscara fuera de lo común que es su rostro, la incertidumbre de si está sentado o de pie sobre las rocas, todo aparece ante el espectador con una especie de fuerza soñadora. Solo un niño puede alzarse sobre el mundo con tal tranquilidad, y solo un artista con una visión sencilla e ingenua, con alma de niño puede comprender esta elevación y hacer que se aprecie como algo verdadero.
"La musa que inspira al poeta"
"Paisaje con puente"
Rousseau fue un artista de una época anterior: murió en 1910, mucho antes de que los pintores surrealistas defendiesen su arte. Pablo Picasso , no sin ironía hizo que el mundo artístico le prestara atención, aquella que aquel creía totalmente merecida. Aunque el mayor deseo de Rousseau era pintar con estilo académico, y él consideraba que sus cuadros eran totalmente reales y convincentes, el mundo del arte quedo encantado con su intensa estilización, su visión directa y sus imágenes fantásticas
"El Sueño"
Tanta confianza en sí mismo como artista le permitió convertir libros normales e ilustraciones de catálogos en piezas de arte genuino: sus pinturas sobre la selva, por ejemplo, no surgieron como producto de la experiencia vivida, y su principal fuente de inspiración para la exuberante flora que plena sus extraños lienzos era el invernadero de plantas tropicales de París.
"Niño en las rocas"
A pesar de algunas desproporciones, exageraciones y banalidades evidentes, la pintura de Rousseau desprende una misteriosa poesía. La pintura “Niño en las Rocas” es a la vez graciosa y alarmante. Las rocas parecen una serie de cimas de montañas, y el niño las empequeñece sin ningún esfuerzo. Su maravilloso ropaje a rayas, la máscara fuera de lo común que es su rostro, la incertidumbre de si está sentado o de pie sobre las rocas, todo aparece ante el espectador con una especie de fuerza soñadora. Solo un niño puede alzarse sobre el mundo con tal tranquilidad, y solo un artista con una visión sencilla e ingenua, con alma de niño puede comprender esta elevación y hacer que se aprecie como algo verdadero.
"La musa que inspira al poeta"
miércoles, 26 de mayo de 2010
José Rafael Pérez un deconocido artista popular
Miércoles, 26 de mayo de 2010
Prensa: Fund-Amos
José Rafael Pérez de próximo ingreso a la tercera edad, no es uno más del profuso inventario de artistas populares registrado en el país, cuanto un autodidacta de aguda sensibilidad, acuciosa percepción visual y voluntarioso empeño de pintor que triunfa sobre todas carencias materiales.
Pérez nació en Caracas en 1955, llegó al Barrio Guaicoco de Petare, más allá de las alturas de Mesuca, a mediados de los años sesenta. A los 14 años asistió a los cursos de pintura en la Casa de Cultura local y luego en el INCE con “estudio de dibujo y tonos” y “estudios conceptuales” con el Grupo Digital, además “del tercer año aprobado” en la Escuela Técnica de Campo Rico, un abanico de muy diversas e inusitadas materias.
Pese a su condición de hombre del común, sin domicilio estable, “oficio conocido” y dipsómano consuetudinario, su pintura surgió desde muy temprano tiempo como la única respuesta a su necesidad de comunicación frente a su precario y agresivo entorno.
Tratándose de un solitario, sorprende la cantidad de obras dedicadas por Pérez al ámbito familiar, tantas como aquéllas que certifican el diario castigo inflingido a quienes bajo el sol meridiano o los terribles aguaceros vespertinos continúan sufriendo en la Venezuela del siglo XXI las mismas carencias de transporte, servicio asistenciales e inseguridad que azotan a los pueblos del tercer mundo.
Presentado por Francisco Da Antonio en la sede de Fund-Amos, en el centro histórico de Petare, la obra de Pérez péndula entre pormenorizada descripción de estampas festivas, mercados callejeros y ámbitos interiores y, al otro extremo de su producción, tensos y gestuales cartones que insurgen como al impulso de reprimidas tensiones cuyas imágenes irrumpen con incontestables fuerzas expresivas. La cita es para este domingo 30 de mayo a partir de las 11 de la mañana en Fund-Amos ubicado en la calle Miranda detrás de la iglesia en el casco colonial de Petare, estado Miranda.
Fuente: http://www.analitica.com/va/arte/dossier/7687428.asp
Prensa: Fund-Amos
José Rafael Pérez de próximo ingreso a la tercera edad, no es uno más del profuso inventario de artistas populares registrado en el país, cuanto un autodidacta de aguda sensibilidad, acuciosa percepción visual y voluntarioso empeño de pintor que triunfa sobre todas carencias materiales.
Pérez nació en Caracas en 1955, llegó al Barrio Guaicoco de Petare, más allá de las alturas de Mesuca, a mediados de los años sesenta. A los 14 años asistió a los cursos de pintura en la Casa de Cultura local y luego en el INCE con “estudio de dibujo y tonos” y “estudios conceptuales” con el Grupo Digital, además “del tercer año aprobado” en la Escuela Técnica de Campo Rico, un abanico de muy diversas e inusitadas materias.
Pese a su condición de hombre del común, sin domicilio estable, “oficio conocido” y dipsómano consuetudinario, su pintura surgió desde muy temprano tiempo como la única respuesta a su necesidad de comunicación frente a su precario y agresivo entorno.
Tratándose de un solitario, sorprende la cantidad de obras dedicadas por Pérez al ámbito familiar, tantas como aquéllas que certifican el diario castigo inflingido a quienes bajo el sol meridiano o los terribles aguaceros vespertinos continúan sufriendo en la Venezuela del siglo XXI las mismas carencias de transporte, servicio asistenciales e inseguridad que azotan a los pueblos del tercer mundo.
Presentado por Francisco Da Antonio en la sede de Fund-Amos, en el centro histórico de Petare, la obra de Pérez péndula entre pormenorizada descripción de estampas festivas, mercados callejeros y ámbitos interiores y, al otro extremo de su producción, tensos y gestuales cartones que insurgen como al impulso de reprimidas tensiones cuyas imágenes irrumpen con incontestables fuerzas expresivas. La cita es para este domingo 30 de mayo a partir de las 11 de la mañana en Fund-Amos ubicado en la calle Miranda detrás de la iglesia en el casco colonial de Petare, estado Miranda.
Fuente: http://www.analitica.com/va/arte/dossier/7687428.asp
martes, 25 de mayo de 2010
PEGGY GUGGENHEIM UNA MECENAS DEL ARTE MODERNO DEL SIGLO XX
A lo largo de la historia y en especial en las artes han existido personas e instituciones que han apoyado e impulsado las diferentes manifestaciones culturales del género humano, las motivaciones de estos mecenas fueron y son diversas, pero, de todas ellas el producto innegable ha sido el legado artístico que con su afición e incluso adicción contribuyeron a dejar para el disfrute del sus contemporáneos y siguientes generaciones.
Margueritte Guggenheim (1898 – 1979) es una de las exponentes que sobresale en esa actividad particular del patronazgo a las artes plásticas. Proveniente de una rica familia minera, Margueritte (Peggy como luego se le conocería) pierde a su padre en el hundimiento del Titanic, contaba 14 años y a los 21 dispuso de una cuantiosa fortuna que significaría su liberación del medio elitesco de su familia en Nueva York. Es así, que en 1922 arriba a París, capital mundial de las vanguardias y de la mano del artista Laurence Veil a quien conoce en Nueva York y con quien se casa, inicia su contacto con el mundo formado por personalidades como Constantin Brancusi, Yves Tanguy, Samuel Beckett, Marcel Duchamp, Djuna Barnes o André Breton. Su matrimonio que no puede calificarse de normal dadas las inclinaciones a la bebida de su esposo y a los escándalos ocurridos, duró 8 años y dejo dos hijos.
A los 39 años, se produce el gran giro, sus amistades la persuaden para que invirtiese en arte contemporáneo. Marcel Duchamp, fue su guía, él le enseñó a diferenciar el surrealismo del arte abstracto según ella misma comentó. La idea de Peggy era crear un espacio para exhibir dicho arte. En 1938 crea la Guggenheim Jeune, su galería londinense, su apertura la dedica a Jean Cocteau, seguida por Kandinsky, exhibido por primera vez en Inglaterra gracias a su iniciativa. Este proyecto no dura mucho tiempo debido a los pocos ingresos que generó, además de la persistente idea de Peggy por abrir un mueso.
Durante la ocupación Nazi en Europa, en plena guerra, Guggenheim buscaba frenéticamente las obras que anhelaba, su lema fue “un cuadro al día”, en su consecución se propuso nunca pagar más allá de diez mil dólares por una pieza, y en vista de sus importantes conexiones y amistades en el ambiente artístico cerraba los negocios directamente con los artistas en cantidades mucho menores, a veces en fraccione de su valor mil dólares. En este proceso adquieres Picassos, Chagalls, Klees , Miros y una larga lista de nombres. A punto estuvo de caer en manos de los nazis en su carrera por obtener una escultura que ambicionaba, un Giacometti.
La guerra obstaculizo su proyecto del museo londinense y regresa a Norteamérica. En 1942, inaugura su galería “Art of This Century” , en la cual se esforzó por impulsar las nuevas tendencias, el Cubismo o el Surrealismo , pero es definitivamente con el Expresionismo Abstracto que su contribución es singular, ya que supo apreciar el gran potencial de ese grupo de pintores colegiados bajo el nombre de “Escuela de Nueva York”. Apoyo a uno de sus más destacados exponentes, Jackson Pollock (ver entrada en este Blog: Jackson Pollock, Pintura Aleatoria – Pintura en Acción) a quien mantuvo asalariado a cambio de sus obras por dos años emulando las prácticas de cortes reales.
Palazzo Venier dei Leoni
Se dice que la adicción de Peggy Guggenheim llegó al extremo de además de coleccionar arte, también coleccionaba a sus creadores, incluso llegando a rebasar el aspecto profesional. Actuaba como madre, amiga y algunas veces, como amante. Era una persona excéntrica y a veces tacaña, gastaba miles de dólares en obras de arte y en sus grandes fiestas escatimaba con la calidad de sus bebidas. En 1948 recibió una invitación para mostrar su colección en la Bienal de Venecia. Hacia esta ciudad italiana parte y en ella se queda hasta su muerte. Compró un palacio a medio terminar y en él se rodeó de sus obras, amistades y mascotas preferidas. En la ciudad la apodaban “L´ultima doghessa” ("La última duquesa"). Pasó sus años entregada a su vida de coleccionista y de a poco deja que la historia del arte continúe sin su huella.
El palacio veneciano de Peggy Guggenheim llamado Venier dei Leoni es actualmente un museo que contiene sus 260 piezas de arte cuyo valor puede decirse se ha incrementado exponencialmente. Este espacio es considerado como el mejor museo de arte contemporáneo de la primera mitad del siglo XX en Italia.
domingo, 23 de mayo de 2010
JACKSON POLLOCK, PINTURA ALEATORIA - PINTURA EN ACCION
Uno de los aspectos “positivos” por llamarlo de alguna manera que deja tras de sí la II Guerra Mundial , fue el éxodo de artistas europeos hacia los Estados Unidos, pintores de la talla de Piet Mondrian y Marx Ernst extendieron su influencia artística en el medio americano lo cual rindió frutos en los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado. Por vez primera, artistas norteamericanos adquirieron fama internacional gracias a su nueva visión y vocabulario artístico, conocido como el expresionismo abstracto. Este se materializo bajo el nombre de la “Escuela de Nueva York”.
Fue Jackson Pollock (1912 – 1956) quien abrió el camino para que por ella transcurriesen otros pintores expresionistas abstractos. Llegados aquí debemos hacer un alto para abordar dicho término. Como muchos otros movimientos modernos, el expresionismo abstracto no describe ningún estilo en particular, sino más bien una actitud en general; no todas las obras eran abstractas, ni todas expresionistas. Lo que estos artistas tenían en común eran los temas con carga moral, frecuentemente profundos y trágicos, a gran escala. En contraste con los temas de realismo social y sobre vida regional característicos hasta ese momento del arte norteamericano de las décadas anteriores, estos artistas valoraban, sobre todo, la individualidad y la improvisación espontánea.
De Koonig (otro gran exponente de la Escuela de Nueva York) señaló que Pollock “rompió el hielo”, una frase enigmática que sugería que éste había demostrado en que podía convertirse el arte con sus pinturas “dripping” (“chorreantes”) de 1947.
Pollock fue el primer artista que vertió la pintura, en lugar de utilizar pincel y paleta, y que abandonó toda convención sobre un tema central. Danzaba casi en transe sobre los lienzos extendidos en el suelo, se perdía en sus formas, chorreando y goteando pintura con total control de lo que hacía. Afirmó que: “La pintura tiene vida propia. Yo intento dejar que surja”. No pintaba imágenes, solo “acción”, aunque “actión painting” parecería un término inadecuado para el resultado final de este proceso creativo.
"Action Painting"
“Niebla de lavanda” tiene tres metros de longitud, una vasta extensión a escala heroica. Está viva con garabatos de colores, líneas esparcidas que se mueven de un lado a otro, aquí más gruesas, allá formando una maraña más delgada. La vista siempre está ansiosa sin posibilidad de detenerse en algún punto específico. Pollock introdujo las manos en la pintura y las estampo en la parte superior derecha (gesto que recuerda las pinturas rupestres). En ese momento a Pollock se le aclamó como el más grande pintor americano, pero ya hay algunos que consideraban que su obra no se encontraba a la altura de tal distinción. Sin dudas una obra controversial que deja su significado y emoción al libre pensamiento del observador quien finalmente le otorga su sentido y valor.
TODO PASA
Cuenta el mito que un príncipe oriental de mayor edad que su prometida, encargó a un sabio orfebre la creación de un anillo para ofrecerle a su novia como regalo de bodas y le pidió que inscribiese en el interior de la joya una frase elocuente que pudiera servirle a la joven de inspiración y consuelo en los momentos difíciles. También mandó a hacer un cofre de marfil con un mensaje que la desposada debía abrir solamente después que su esposo muriera y solo en caso de que se sintiese muy desamparada o sometida a sufrimientos insoportables.
Sería una manera de acompañarse y permanecer juntos aunque la muerte los separase inesperadamente. Ella recibió los regalos el día de las nupcias con la petición de su esposo de no abrir el cofre sino después que el faltase y solo en caso de extrema necesidad o intolerable angustia en la que nadie pudiese ayudarla.
El anillo decía “Todo Pasa”. La pareja atravesó por las vicisitudes de la existencia en medio de peripecias, dificultades y sencillos placeres, deberes y regocijos de la vida cotidiana: La llegada de los hijos, la madurez, mudanzas de fortuna, de salud y de geografías. Un buen día el príncipe murió y ella debió atravesar si él la última parte de su vida.
Aunque vivió en gran soledad y tuvo algunas desgracias y dificultades, nunca quiso tocar el cofre de marfil hasta que luego de haberlo perdido todo, obligada a vender el último objeto propio que le aportaría algún dinerillo para sobrevivir, decidió abrirlo antes de deshacerse de él para conocer el mensaje de su marido. Allí decía en un amarillento pergamino:
sábado, 22 de mayo de 2010
EL HERMITAGE: DE PALACIO REAL A MUSEO
El Hermitage se encuentra situado en el corazón de San Petersburgo, entre el malecón del río Neva y la Plaza del Palacio.
El Hermitage ocupa cinco edificios unidos (el Palacio de Invierno, el Teatro de Hermitage, el Hermitage Pequeño, el Hermitage Viejo y el Nuevo Hermitage) que forman un hermoso conjunto arquitectónico.
Actualmente el Hermitage atesora más de dos millones y medio de objetos culturales y artísticos de los pueblos de Europa y Oriente desde los tiempos más remotos hasta el siglo XX.
La historia del Hermitage se inicia con Pedro el Grande, cuando adquirió varias obras de arte, entre las que se encontraban David despidiéndose de Jonatan, de Rembrandt y La Venus de Táurida. Se considera que el museo nació oficialmente en 1764, cuando un comerciante berlinés envió 225 cuadros a Catalina II en pago de unas deudas. Al recibirlos Catalina quiso que su galería no fuera superada por las colecciones de otros monarcas y comenzó a comprar casi todo lo que se vendía en subastas europeas.
Sala de Malaquita
El Palacio de Invierno, que pasó a formar parte del museo en el año 1922, fue durante dos siglos la residencia principal de los zares. Había sido construido para la emperatriz Isabel, hija de Pedro el Grande, y sus fachadas, el interior de la iglesia palaciega y la majestuosa escalera principal son un raro ejemplo del llamado barroco ruso del siglo XVIII. Sin embargo las salas del palacio son del siglo XIX, pues tras incendio de 1837 se reconstruyeron según la moda de la época. A pesar de que se convirtieron en salas de exposiciones no han perdido todo su esplendor. La más bella de todas es la sala Malaquita; sus columnas, pilastras, chimeneas, lámparas de pie y mesitas están decoradas con malaquita de los montes Urales. El verde vivo de la malaquita, combinado con el brillo del dorado y el mobiliario tapizado con seda de color frambuesa, determinan la impresión fantástica de esta sala.
El Palacio de Invierno era la residencia principal de los zares rusos, cosa que determina su carácter fastuoso, el Hermitage Pequeño fue construido para la vida privada de Catalina II. La emperatriz quería descansar de la vida oficial en un lugar más acogedor. Por ese motivo el palacio fue denominado “Hermitage”, palabra francesa que significa “ermita”, y a él solamente podrían acceder sus invitados personales.
Catalina La Grande, Zarina de Rusia
Hacia finales del reinado de Catalina II, la colección del Hermitage contaba con 3.000 cuadros, casi 7.000 dibujos, más de 70.000 grabados y 10.000 piedras talladas, que eran su afición especial.
Una riquísima colección del mejor arte
En el edificio del Hermitage nuevo encontramos una parte de la colección de los maestros italianos, que fue construido por Nicolas I y abrió las puertas al público hace 150 años. Aquí se encuentra arte italiano de los siglos XIII al XVIII La Anunciación de Martini, La visión de San Agustín, de Lippi, La virgen y el niño de Fra Angelico, El tañedor de laúd de Caravaggio. La única obra de Miguel Ángel, El niño en Cuclillas estaba destinada al panteón de los Médici.
"Madonna Litta" Leonardo da Vinci
En las salas grandes, decoradas con vasos de malaquita y lapislázuli, se hallan la exposición de pintura italiana y la colección de pintura española, considerada como una de las mejores fuera de las fronteras de España. En ella se pueden ver obras de El Greco, Velázquez, Ribera, Zurbarán, Murillo y Goya. La riquísima colección de los pintores españoles del siglo de oro perteneciente al banquero Coesvelt, reunida durante la guerra napoleónica, llegó al Hermitage en 1814. En esta época las adquisiciones se hicieron ordenadas y el museo compraba las obras que se consideraban imprescindibles para reflejar con plenitud la historia del arte. Además de las pinturas españolas, a principios del siglo XIX se adquirieron cuadros de maestros de los Países Bajos. Esta colección no es grande pero tiene obras maestras de Robert Camping, Roger van del Weyden y Hugo van del Goes.
En todas las épocas los coleccionistas de Rusia tuvieron una afición especial por el trabajo de los pintores flamencos y holandeses del siglo XVII. Cinco salas del Hermitage Nuevo atesoran obras de Rubens, desde las más tempranas hasta las últimas, célebres retratos de Van Dyck, escenas de caza de Paul de Vos y abundantes naturalezas muertas de Frans Snyders. La colección de pintores holandeses cuenta con más de mil cuadros de todos los géneros. Los lienzos de Rembrandt ocupan una gran sala y dan una clara idea de toda so obra creativa: el retrato juvenil de su esposa Saskia, representada como la diosa Flora, el trágico Descendimiento de la cruz, el penetrante retrato del anciano en rojo… y al final la joya de la colección, el regreso del hijo pródigo, escena evangélica en que el maestro pudo expresar su fe en el bien y en el amor humano.
"Mujer con una fruta" Paul Gauguin
La colección del arte francés de los siglos XV al XVIII es la segunda en importancia en el mundo después de la del Louvre. Los lienzos de Poussin, Watteau y Chardin se alternan con creaciones de los mejores escultores franceses y una riquísima colección de arte aplicado. Un atractivo especial del Hermitage es su fantástica colección de pinturas del impresionismo y el post-impresionismo francés y de los maestros de principios del siglo XX. Estas obras fueron compradas, y a veces encargadas directamente a los maestros, por los coleccionistas moscovitas Serguei Schukin y Mijail e Ivan Morozov.
"La danza" Henri Matisse
Los paisajes de Monet y Sisley que revelan el proceso de afianzamiento del método impresionista, en encanto de las imágenes femeninas de Renoir, el halo intelectual de las obras de Cezanne, la expresividad de Van Gogh, la serenidad de los paisajes de Oceanía de Gauguin, la armonía cromática de las numerosas obras de Matisse y de las más de 30 obras de Picasso.
"Mujeres de Arles" Vincent Van Gogh
Fuente: http://www.san-petersburgo.com/hermitage.htm
jueves, 20 de mayo de 2010
EDGAR ALLAN POE: CUENTOS DE TERROR, POESIA DESESPERADA
Los cuentos de terror de Poe, fueron de los primeros libros que leí, una vez comencé, sus palabras y las historias en ellas contenidas daban vida a diversas ficciones. Definitivamente un escritor que supo transformar sus vivencias y fértil imaginación en una literatura que hasta la fecha cautiva a sus lectores y en general a los amantes de ese miedo que comienza con una ligera incomodidad, una tensión que se incrementa a medida que captas su relato, el desarrollo y descripción gótico, oscuro que torna la mente de quien lo sigue en una suerte de rompecabezas que se esfuerza por resolver o descubrir el desenlace y disfruta de la aprehensión de su final.
Edgar Allan Poe (19 de enero de 1809 – Baltimore, Estados Unidos, 7 de octubre de 1849) fue un maestro norteamericano del género de terror. Sus relatos cortos que se cuentan por docenas son tan excepcionales que no solo los amantes del género suelen tenerlos en sus bibliotecas de uso cotidiano, sino que hasta el menos aficionado habrá oído hablar de ellos o incluso los habrá visto tanto en la TV o en Películas. Los cuentos de Poe han sido llevados al cine una y otra vez y aunque quizás crean que no conocen ninguna de sus historias, seguramente más de una historia vista en televisión tiene su origen en un relato de Poe.
Los Simpson: Especial de Halloween "El cuervo"
La vida de este escritor estadounidense es casi tan estremecedora y azaroza como muchos de sus relatos. Siempre deseó ser poeta, era su máximo anhelo, pero las necesidades económicas lo condujeron a la prosa. Aunque no podemos decir que fuese el creador de los relatos de miedo fue un maestro en su arte y fue quien inició la novela policiaca; su relato 'El escarabajo de oro' (1843), que trata de la búsqueda de un tesoro enterrado, es buena prueba de ello.
Su corta vida estuvo siempre marcada por la depresión, su tendencia a la melancolía y su afición al alcohol y a las drogas que acabaron por destruirle.
Esta vida signada por la tribulación se reflejo por mucho en sus poesías, de la cual la más conocida, y connotada es “El Cuervo” la cual inspira esta entrada:
"El Cuervo"
Una vez, en una taciturna media noche,
mientras meditaba débil y fatigado,
sobre un curioso y extraño volumen
de sabiduría antigua,
mientras cabeceaba, soñoliento,
de repente algo sonó,
como el rumor de alguien llamando
suavemente a la puerta de mi habitación.
>> Es alguien que viene a visitarme - murmuré
y llama a la puerta de mi habitación.
Sólo eso, nada más. <<
Ah, recuerdo claramente
que era en el negro Diciembre.
Y que cada chispazo de los truenos hacía
danzar en el suelo su espectro.
Ardientemente deseaba la aurora;
vagamente me proponía extraer
de mis libros una distracción para mi tristeza,
para mi tristeza para mi Leonor perdida,
la rara y radiante joven
a quien los ángeles llamaban Leonor,
para quien, aquí, nunca más habrá nombre.
Y el incierto y triste crujir de la seda
de cada cortinaje de púrpura
me estremecía, me llenaba
de fantásticos temores nunca sentidos,
por lo que, a fin de calmar los latidos
de mi corazón, me embelesaba repitiendo:
>> Será un visitante que quiere entrar
y llama a la puerta de mi habitación.
Algún visitante retrasado que quiere entrar
y llama a la puerta de mi habitación.
Eso debe ser, y nada más <<.
De repente, mi alma, se revistió de fuerza;
y sin dudar más
dije:
>> Señor, o señora,
les pido en verdad perdón;
pero lo cierto es que me adormecí y
habéis llamado tan suavemente
y tan débilmente habéis llamado
a la puerta de mi habitación
que no estaba seguro de haberos oído <<.
Abrí la puerta.
Oscuridad y nada más.
Mirando a través de la sombra,
estuve mucho rato maravillado,
extrañado dudando, soñando más sueños que
ningún mortal se habría atrevido a soñar,
pero el silencio se rompió
y la quietud no hizo ninguna señal,
y la única palabra allí hablada fue
la palabra dicha en un susurro >>¡Leonor!<<.
Esto dije susurrando, y el eco respondió
en un murmullo la palabra >>¡Leonor!<<.
Simplemente esto y nada más.
Al entrar de nuevo en mi habitación,
toda mi alma abrasándose,
muy pronto de nuevo, oí una llamada
más fuerte que antes.
>> Seguramente -dije-, seguramente es
alguien en la persiana de mi ventana.
Déjame ver, entonces, lo que es,
y resolver este misterio;
que mi corazón se calme un momento
y averigüe este misterio.
¡ Es el viento y nada más.<<
Empujé la ventana hacia afuera,
cuando, con una gran agitación
y movimientos de alas
irrumpió un majestuoso cuervo
de los santos días de antaño.
No hizo ninguna reverencia;
no se paró ni dudó un momento;
pero, con una actitud de Lord o de Lady,
trepó sobre la puerta de mi habitación,
encima de un busto de Blas,
encima de la puerta de mi habitación.
Se posó y nada más.
Entonces aquel pájaro de ébano,
induciendo a sonreír mi triste ilusión
a causa de la grave y severa
solemnidad de su aspecto.
>> Aunque tu cresta sea lisa y rasa
-le dije-, tú no eres un cobarde <<.
Un torvo espectral y antiguo cuervo,
que errando llegas de la orilla de la noche.
Dime: >> ¿Cual es tu nombre señorial
en las orillas plutónicas de la noche?
El cuervo dijo: >> Nunca más <<.
Me maravillé al escuchar aquel desgarbado
volátil expresarse tan claramente,
aunque su respuesta tuviera
poco sentido y poca oportunidad;
porque hay que reconocer
que ningún humano o viviente
nunca se hubiera preciado de ver
un pájaro encima de la puerta de su habitación.
Con un nombre como >> Nunca más <<.
Pero el cuervo, sentado en solitario
en el plácido busto, sólo dijo
con aquellas palabras, como si con ellas
desparramara su alma.
No dijo entonces nada más,
no movió entonces ni una sola pluma.
Hasta que yo murmuré: >> Otros amigos
han volado ya antes <<.
En la madrugada me abandonará,
como antes mis esperanzas han volado.
Entonces el pájaro dijo: >> Nunca más <<.
Estremecido por la calma,
rota por una réplica tan bien dada,
dije: >> Sin duda <<.
Esto que ha dicho
es todo su fondo y su bagaje,
tomado de cualquier infeliz maestro
al que el impío desastre
siguió rápido y siguió más rápido
hasta que sus acciones fueron
un refrán único.
Hasta que los cánticos fúnebres
de su esperanza, llevaran la melancólica carga de
>> Nunca - nunca más <<.
Pero el cuervo, induciendo todavía
mi ilusión a sonreír,
me impulsó a empujar de súbito
una silla de cojines delante del pájaro,
del busto y la puerta;
entonces, sumergido en el terciopelo,
empecé yo mismo a encadenar
ilusión tras ilusión, pensando
en lo que aquel siniestro pájaro de antaño
quería decir al gemir >> Nunca más <<.
Me senté, ocupado en averiguarlo,
pero sin pronunciar una sílaba
frente al ave cuyos fieros ojos, ahora,
quemaban lo más profundo de mi pecho;
esto y más conjeturaba,
sentado con la cabeza reclinada cómodamente.
Tendido en los cojines de terciopelo
que reflejaban la luz de la lámpara.
Pero en cuyo terciopelo violeta,
reflejando la luz de la lámpara,
ella no se sentará ¡ ah, nunca más!
Entonces, creo, el aire se volvió
más denso, perfumado por un invisible incienso
brindado por serafines cuyas pisadas
sonaban en el alfombrado.
>> Miserable -grité-. Tu dios te ha permitido,
a través de estos ángeles te ha dado un descanso.
Descanso y olvido de las memorias de Leonor.
Bebe, oh bebe este buen filtro,
y olvida esa Leonor perdida.
El cuervo dijo: >> Nunca más <<.
>> Profeta -dije- ser maligno,
pájaro o demonio, siempre profeta,
si el tentador te ha enviado,
o la tempestad te ha empujado hacia estas costas,
desolado, aunque intrépido,
hacia esta desierta tierra encantada,
hacia esta casa tan frecuentada
por el honor. Dime la verdad, te lo imploro.
¿ Hay, hay bálsamo en Galad? ¡Dime,
dime, te lo ruego ! <<.
El cuervo dijo: >> Nunca más <<.
>> Profeta -dije-, ser maligno,
pájaro o demonio, siempre profeta,
por ese cielo que se cierne sobre nosotros,
por ese dios que ambos adoramos,
dile a esta pobre alma cargada
de angustia, si en el lejano Edén
podré abrazar a una joven santificada
a quien los ángeles llaman Leonor,
abrazar a una preciosa y radiante
doncella a quien los ángeles llaman Leonor <<.
El cuervo dijo: >> Nunca más <<.
>> Que esta palabra sea la señal de nuestra separación,
pájaro o demonio - grité
incorporándome.
¡ Vuelve a la tempestad
y la ribera plutoniana de la noche!
No dejes ni una pluma negra como prenda
de la mentira que ha dicho tu alma.
¡ Deja intacta mi soledad!
¡ Aparta tu busto de mi puerta!
¡ Aparta tu pico de mi corazón,
aleja tu forma de mi puerta! <<.
El cuervo dijo: >> Nunca más <<.
Y el cuervo sin revolotear, todavía posado,
todavía posado,
en el pálido busto de Palas
encima de la puerta de mi habitación,
sus ojos teniendo todo el parecido
del demonio en que está soñando,
y la luz de la lámpara que le cae encima,
proyecta en el suelo su sombra.
Y mi alma, de la sombra que yace flotando
en el suelo no se levantará...
¡ Nunca más !
miércoles, 19 de mayo de 2010
MARIA CALLAS, LA DIVINA
Uno de los gustos que con el tiempo y la guía de personas muy cercanas llegue a desarrollar fue el de la Opera, al principio, era algo lejano, aunque no totalmente desconocido. Luego de la inauguración del Teatro Teresa Carreño en Caracas la ciudad dispuso de un espacio moderno y versátil para la representación en la Sala Ríos Reyna de espectáculos tan complejos como lo es este género musical. Fue efectivamente en ese tiempo, al comenzar las temporadas que las presencié. En tal momento, quede prendado del proceso complejo que significa ver en escena toda una historia desarrollarse mediante la intervención de orquesta, cantantes-actores, escenografía, creación en su conjunto. Dramáticas o cómicas, todas ellas tienen un encanto particular, pues son producto del ingenio creador en su origen para luego pasar a sus intérpretes, quienes le dan vida cuando las ejecutan.
La afición una vez instaurada, te hace buscar y desear tener tan especiales obras a tu disposición, ahí comienza el coleccionismo, a veces por autores: Verdi, Pucini, Bizet, Rossini, Mozart, entre otros grandes compositores que dedicaron su creatividad a este género, como también por interpretes que han llamado tu atención, es aquí donde se explica el motivo de la presente entrada, al escribir estas líneas no puedo precisar con exactitud cuando la escuche por primera vez, intuyo que mi vínculo con María Callas nace en una de esas expediciones para comprar música donde vi aquel álbum con ese rostro de ojos impactantes “Callas La Legenda” . No pude resistirme a comprarlo, desde ahí me cautivó, en ese instante comenzó un idilio musical que hasta la fecha perdura. Claro que no es la única, pero es definitivamente muy especial. La sensación que se experimenta al escucharla en mi caso es un placer, y una alegría.
Biografía:
María Callas, cuyo verdadero nombre era Cecilia Sophia Anna Maria Kalogeropoulou, nació en la ciudad de Nueva York el 2 de Diciembre de 1923 como hija de unos emigrantes griegos. Debido a las dificultades económicas de su familia, se volvió a Grecia con su madre en 1937. Se inscribió en el Conservatorio de Atenas estudiando con Elvira da Hidalgo, una renombrada soprano además de una excelente profesora.
María Callas hizo su debut en 1941 con la obra Tosca de Puccini en la Ópera de Atenas, un papel que interpretaría en numerosas ocasiones, y con el cual inició su despedida un cuarto de siglo después. Estuvo cantando en Atenas durante varios años antes de realizar su debut italiano con La Gioconda de Ponchielli en Verona en el año 1947. Esta producción de La Gioconda estuvo dirigida por Tullio Serafin, quien se convirtió en su mentor musical.
En los primeros días de su carrera, Maria Callas representó una gran variedad del repertorio, incluyendo papeles fuertes como Isolda en la ópera wagneriana Tristan und Isolde, pero enseguida olvidó estos papeles para concentrarse en las óperas italianas, particularmente en el bel canto con obras de Rossini, Bellini, Donizetti y el primer Verdi.
En 1949, Maria Callas conoció a Giovanni Meneghini con el que se casó. Giovanni Meneghini junto a Tullio Serafin guiaron su carrera. Estuvieron diez años casados.
Hizo su debut en La Scala de Milán en 1950 con la representación de Aida. Su primera aparición en Nueva York fue en 1956 representando la ópera de Bellini Norma, un papel que se convirtió en su especialidad.
Maria Callas estuvo siempre muy interesada en revitalizar aquellas óperas que habían sido olvidadas, representando obras olvidadas de Cherubini, Gluck, Haydn y Spontini. Trabajó con algunos de los más importantes directores de escena y orquesta del momento, destacando Luchino Visconti, Leonard Bernstein, Carlo Maria Giulini y Herbert von Karajan. También desarrolló una gran relación musical con gran cantidad de cantantes, principalmente con el tenor Giuseppe di Stefano y el barítono Tito Gobbi, apareciendo con mucha frecuencia en escena y en grabaciones. Maria Callas era extremadamente autocrítica y temperamental por lo que tenía frecuentes altercados con empresarios y directores de los teatros.
María Callas y Aristóteles Onassis
En 1959, Maria Callas conoció al naviero griego Aristóteles Onassis, abandonando a su marido Giovanni Meneghini. Tuvo un breve retiro durante esta relación pero cuando volvió de nuevo a escena, su voz evidenciaba signos de decaimiento. En 1965, realizó su última representación operística con Tosca en el Covent Garden de Londres. En ese momento tenía 41 años. Tres años más tarde, Aristóteles Onassis dejó a Maria Callas por Jacqueline Kennedy.
Durante la última década de su vida, vivió prácticamente recluida en París. Realizó pequeñas apariciones con di Stefano e impartió una serie de clases maestras en el Juilliard School de Nueva York entre los años 1971 y 1972. Murió en París el 16 de Septiembre de 1977. La causa de su muerte nunca estuvo totalmente determinada.
Fuente: http://mariacallas.org/