En octubre de 1898, se publica el primer ejemplar de la revista Mir Iskusstva (Mundo del Arte), escrita por jóvenes artistas atraídos por la pintura de los simbolistas y postimpresionistas, es especial los nabis, muy próximos a la sensibilidad del Art Nouveau. Se organizaron diversas exposiciones, hasta que en 1906, se presentan en el Salón de Otoño de París. Estoy constituyo un estrecho intercambio entre los intelectuales y pintores que para la época desarrollaban sus obras en la capital francesa. No menos importante fue el estímulo de algunos coleccionistas rusos, entre ellos Ivan Mozorov y Sergei Scukin, quienes llevan a su país un número muy importante de trabajos de Picasso y Matisse, entre otros artistas, los cuales sirvieron para mostrar a los los ávidos jóvenes rusos la evolución del arte contemporáneo.
Entre los artistas que participaron en las exposiciones organizadas por los diferentes medios de difusión cultural se encuentran Mijail Larionov y Natalia Goncharova, quienes se expresan con un estilo primitivista, permeado por las tradiciones populares rusas, íconos y estampas populares. Igualmente Kasimir Malevich y Marc Chagall constituyen exponentes de esta nueva visión de la estética rusa.
Natalia Goncharova. El Ciclista. 1913
El período “rayista”, entre 1910 y 1914, constituyó un giro fundamental para la artista. El estilo de esta pintura se asemeja mucho al del futurismo, en especial por su intento en representar la velocidad descomponiendo y multiplicando algunos elementos de la bicicleta y de su conductor. Por el contrario, la inclusión de los carteles publicitarios y las letras del alfabeto cirílico evocan las composiciones cubistas del período sintético.
Mijail Larionov. La Venus de Kazapsk. 1912
En las obras de su período primitivista, Larionov busca conciliar elementos de la pintura antigua, que pudo estudiar durante su estancia en Parí, con la tradición popular rusa. En este cuadro se nota que el artista se inspira en las representaciones clásicas, pero los trazos y el físico de la mujer recuerdan más a una campesina rusa que a una diosa de la belleza. Los árboles y el extraño felino del fondo están dibujados según el “rayonismo”.
Mijail Larionov.Rayonismo Rojo. 1913
Esta composición parte de las primeras en la que Larionov utiliza el estilo rayonista, presentado oficialmente a los críticos y al público en un ensayo titulado ”Rayonismo y futurismo”, publicado en 1913 en “La Diana”, el almanaque que reproduce las obras del grupo de La Cola del Asno (nombre que nace de una anécdota leída en un periódico: unos artistas franceses ataron un pincel a la cola de un asno, acercaron el animal a una tela y luego expusieron la obra para escuchar los comentarios de la crítica y el público). La red de líneas , que representa los rayos que emana de los objetos, anula por completo la presencia de la realidad y aproxima el cuadro a la abstracción.
Kazimir Malevich. El Aviador. 1914
Esta obra da fe de la culminación de la actividad futurista de Malevich, estimulado por el viaje Marinetti a Rusia en 1914. En este cuadro el artista parece también influenciado por el cubismo sintético, como se deduce de las enormes letras del alfabeto cirílico pintadas en la parte superior de la obra. En la composición incluye objetos aparentemente injustificados y sin ninguna conexión lógica con el título (un tenedor, un as de tréboles, un pez estilizado, o la hoja de una sierra) que el artista vincula entre si de manera incomprensible para el observador, quizá de un modo azaroso, según una técnica que toma prestada de ciertos poetas futuristas rusos y que adoptarán de forma metódica los dadaístas y surrealistas. En el fondo se distinguen algunas formas geométricas que Malevich introducirá en sus obras suprematistas.
Kasimir Malevich. Suprematismo (Composición abstracta) 1916
En su obra “suprematista”, Malevich abandona la representación directa o indirecta de la realidad en nombre de la “supremacía” de las sensaciones abstractas. Con un espíritu destructivo e iconoclasta, parecido al que anima a los dadaístas de la misma época, el artista ruso pretende abolir la tradición pictórica figurativa milenaria para alcanzar lo que define como “cero absoluto” de las formas, la representación de estas en su estado puro y elemental. En el fondo blanco y gris que confiere al cuadro una distribución alejada del tiempo y el espacio, el pintor dispone unas figuras geométricas de colores, planas y lisas, sin preocuparse por respetar las reglas básicas de la perspectiva, la simetría, y el equilibrio de los volúmenes. El ritmo de la composición proviene de la distribución homogénea de los colores.