sábado, 10 de julio de 2010

“El color y yo somos uno solo. Soy un pintor” Paul Klee.


“Seis especies” 1930

Paul Klee (1879 – 1940) es uno de los grandes coloristas de la historia de la pintura y un muy hábil ejecutor de la línea. Sus obras más serias pueden contener un segundo plano humorístico, y su alcance para la invención formal pareciera infinito. Luego de escoger entre la carrera de músico o la de pintor, se convierte en uno de los artistas más poéticos e inventivos de su tiempo. Fue profesor de la Bauhaus (Escuela de arte y arquitectura fundada en 1919 basada en un estilo impersonal, severo y geométrico, guiado por una estricta economía de líneas y materiales puros), en Weimar y Dessau y luego en la academia de Düsseldorf hasta que el régimen nazi lo expulso de la ciudad.


"El pez dorado" 1925-1926

“El pez dorado” se desliza por el reino de su libertad submarina , todos los demás pececillos se colocan a distancia de él, le dejan un espacio para que reluzca su cuerpo dorado. Se trata de un pez mágico cubierto de misteriosos signos en su cuerpo, aletas escarlatas y una gran flor roja como ojo. Suspendido majestuosamente en la profundidad azul oscura del mar, luminoso con secretas imágenes de fertilidad. El gran pez logra que el misterio de su secreto hábitat cobre significado. Es posible que no se facilite su comprensión a primera vista, pero ahí se encuentra. El mar y sus criaturas están ordenadas en un soberbio homenaje, empequeñecidas y a la vez engrandecidas por esta luminosa presencia. La tranquila nobleza, la luminosidad, la soledad y el respeto general, todas ellas presentes en el pintor.


“Diana en el viento otoñal” 1934

Klee ejecutó su obra con intensidad, rapidez y seguridad, la cual presenta una dimensión imposible de calcular cargada de magia inagotable y sentido poético. Una obra en especial nos muestra su sentido del movimiento: “Diana en el viento otoñal”, las hojas que vuelan en la brisa húmeda, son al mismo tiempo, la virgen diosa de la cacería y una mujer de su círculo social vestida a la moda. Esta es una obra extrañamente pálida para Klee; sin embargo su tema demanda la elegante palidez, nos señala que Diana se extingue bajo la fuerza de la fecundidad de la estación en la que se mueve.



Klee murió relativamente joven. Su muerte semejó la de la paz que significó la II Guerra Mundial. Sus últimas pinturas son diferentes al resto de su obra. Son más grandes, con formas generalmente contorneadas por una gruesa línea negra, como si su autor las protegiese de un violento ultraje. El ingenio desaparece para dar paso a la tristeza, no personal, sino por la humanidad necia y obstinada.


“Muerte y fuego” 1940

“Muerte y fuego” nos presenta un cráneo blanco y reluciente que ocupa el centro del plano, las facciones del rostro están representadas mediante la palabra Tod, que significa muerte. Un hombre reducido a su mínima expresión se dirige hacia su muerte, con el pecho sin corazón y el cuerpo sin sustancia. La muerte es su única realidad. Igualmente en este cuadro hay fuego, el sol, que aun no se ha puesto, descansa en el borde de la tierra, que a su vez es la mano de la muerte. El aire superior está iluminado por el fuego y presenta una compresión más profunda. El hombre va hacia adelante con valentía, hacia la luminosidad. El frío dominio de la muerte acepta el fuego y ofrece un irónico consuelo. Tres misteriosas estacas negras aparecen en la parte superior, y el hombre golpea el cráneo con otra. Si el destino lo obliga a transitar al interior de la tierra, no lo hace pasivamente, sino que coopera. La cabeza de la muerte solamente es medio círculo, pero el sol es una esfera perfecta. El sol significa lo perdurable en el tiempo, lo que se eleva más alto, lo que más importa, inclusive a la muerte misma.


“Eros” 1923

Su trabajo es difícilmente clasificable, puede decirse que casi nunca es totalmente abstracto, pero tampoco realista, trasluce una poesía y su sensibilidad natural para la música, que fluye en su obra clarificando su color hechicero y desmaterializando sus imágenes.

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